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He observado en mi corta vida que los humanos vivimos de una manera infantil, deshonesta, casi animal. Algunos compiten como fieras feroces. Algunos piensan animalmente. Es por esto, que paulatinamente, como la humanidad penetra en la corteza del árbol moribundo y lo invade y lo pudre, así muchos individuos son invadidos por la deshonestidad y se pudren. Los humanos deshonestos están llenos de temores y puerilidades, como ninguna otra persona. Viven sumergidos en la mediocridad de una existencia gris e indiferente. Las diosas vergüenza y repugnancia son quienes reinan en sus corazones. Los deshonestos fingen ser felices, pero detrás de esas apariencias de felicidad se esconden la tristeza y el cansancio. Muchos están solos y vacíos, como un náufrago en una playa desierta. Caminan en la vida con paso triste. Se sienten agonizantes, míseros y en sus corazones experimentan un terrible horror.
Se afirma que Diógenes, en el siglo IV a.C., se lanzó a la búsqueda de un hombre honesto. Entonces, con una lámpara a plena luz del día, viajó por todas partes, para tener la mejor posibilidad de encontrarlo. Y no lo logró. La deshonestidad es uno de los determinantes del fracaso de las relaciones humanas. Ha provocado que las empresas se disuelvan, que Caín matase a su hermano, y que las naciones peleen sus guerras más sangrientas. Los deshonestos consideran que la mentira puede ser justificada muchas veces. Aceptan que la honestidad es vital para las relaciones humanas, pero ni siquiera sueñan con decirle a la mayoría de las personas, que conocen, lo que realmente piensan de ellas. Creo, ciertamente, que la deshonestidad puede verse en las relaciones más casuales como en las políticas internacionales. Algunos piensan que es imposible sobrevivir en la sociedad si uno se dedica exclusivamente a decir siempre la verdad. Por esto, muchos dicen ‘que alegría verte’ a las personas que en realidad le desagradan. Muchos fingen placer en la conversación que en realidad les aburre. Hay también quienes felicitan a su vecino por el auto nuevo que adquirieron en tanto por dentro están envidiosos.
Las mentiras piadosas para algunos son necesarias e inofensivas. Algunos afirman que las mentiras auto-protectoras (Ego-protectoras) se utilizan para que la vida se haga más fácil para todos, pero por supuesto, primero para quien la practica. Hoy está de moda mentir y manipular para que las cosas sucedan según la conveniencia de uno. Se manipula la verdad para nuestro bien, proclaman los supuestos honestos. La mentira de Status se emplea para aumentar el tamaño de los egos. Todos participan en juegos engañosos para impresionar a los demás. Todos encubren, conspiran y ayudan a los mentirosos por una dosis de aceptación. Si se sigue mintiendo la violencia se acrecentará. Hasta ahora la violencia solo ha asomado la punta de la nariz. La que se viene podría ser peor, puede subir hasta un punto que raye en la locura. La mentira es destructora. La verdad es lo único que nos puede hacer sentir seguros. El Dr. Roger Gould escribió: “La verdad, en su máxima expresión, debe ser nuestro objetivo, sin importar a donde nos lleve. Todo autoengaño provoca juicios erráticos, y luego, malas decisiones, con consecuencias imprevisibles para nuestras vidas. Pero más aún, todo autoengaño protector es una grieta en nuestra psiquis donde se esconde un pequeño demonio listo para convertirse en un episodio inexplicable de ansiedad cuando la vida nos amenace. Los autoengaños diseñados para protegernos de las correcciones naturales de la vida diaria. Cuanto mayor sea el área de nuestra mente que necesitemos defender, tanto más sufrirán nuestros procesos de pensamiento, no permitiremos que nuestra mente divague libremente pues la nueva información podría contradecir a nuestros autoengaños. Cuanto más nos engañemos a nosotros mismos, tanto mayor será la parte del mundo de la que quedaremos excluidos”. ¡Digamos siempre la verdad con mayúsculas!
Julio C. Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar
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