viernes, 29 de junio de 2007

El cielo, la tierra y el libro inmutable


Cuando comparamos los pensamientos de los hombres con los pensamientos de Dios, advertimos inmediatamente un contraste considerable. Los pensamientos humanos son efímeros, perecederos, cambiables. Por el contrario, los pensamientos de Dios son eternos, inmutables, inmodificables. Las leyes humanas, como son un producto de las condiciones culturales, sociales, económicas y están íntimamente ligadas a la idiosincrasia de un pueblo en particular, necesitan esporádicamente cambios, modificaciones. Pero la ley de Dios, que es la Biblia, es inmutable y sus amplios principios éticos, morales y espirituales, son aplicables en todas las culturas, sociedades, pueblos, épocas.
Algunos judíos contemporáneos de Jesús, cuestionaban al Maestro diciendo que él quería realizar cambios en la Ley, pero Jesús les contestó con estas claras palabras: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. (Mateo 5:17,18). La palabra de Dios es inmutable, no pasará, lo que sí pasará es el cielo y la tierra. De la misma forma que Dios es inalterable, inmutable, su palabra refleja estas mismas características. A este respecto, el apóstol Santiago dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto, descienden de lo alto, del Padre de las luces, el cual no hay mudanza ni sombra de variación”. (Santiago 1:17). Hebreos 13:8 dice que “él es el mismo de ayer, de hoy y por los siglos”. La palabra de Dios pone de manifiesto la naturaleza de nuestro creador y es por lo tanto, inmutable.

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

No hay comentarios.: