domingo, 13 de mayo de 2007

La sabiduría y la humildad van de la mano.


La sabiduría y la humildad están relacionadas. Santiago 4:6 dice: “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”. La humildad tiene que ver con reconocer nuestra necesidad de Dios y temerle. Humildad es reconocer que sin Dios no podemos hacer nada. Sin Dios la vida no tiene sentido. No podemos ser sabios en nuestra propia prudencia, necesitamos el consejo de Dios expresado en su palabra. La humildad nos acerca a Dios y a los demás. La autosuficiencia, la vanagloria, el orgullo, el individualismo y la mezquindad nos alejan de Dios y su bendición. Los cristianos humildes son obedientes y reverentes hacia el Señor ya que saben que Dios es la fuente de vida y felicidad. La soberbia (del latín superbiam) u orgullo consiste en una estima exagerada de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor. La soberbia es un pecado capital porque es lo que motivo al diablo a querer ser más que Dios. La soberbia nos hace creer que no necesitamos de Dios y que podemos vivir sin él. Del mismo modo que la soberbia hizo que el diablo fuera echado de la presencia de Dios, la soberbia hace que Dios nos resista. El soberbio es un ignorante y su camino de orgullo lo conduce a la desgracia y la infelicidad. En contraste, la humildad admite que necesitamos de Dios. Tenemos un concepto equilibrado de nosotros mismos y amamos a los otros. Donde hay soberbia hay caída, dolor sufrimiento, pero donde hay humildad abunda el amor, la compresión y la empatía. La Biblia dice que a Dios lo hallan aquellos que lo buscan de corazón sincero. (Jeremías 29:13,14). La humildad es fundamental si queremos que Dios nos bendiga. Si somos humildes es porque hemos entendido que Dios es el que da la sabiduría y la paz. Saber la voluntad de Dios y ponerla en práctica es la clave para alcanzar la sabiduría y la bendición. Mateo 6:33 dice: “Mas buscad el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
La humildad consiste es temer a Dios y guardar su palabra, esto es lo que nos hace sabios. Y ser sabio es tener en cuenta la palabra de Dios, como fundamento, para saber elegir, decidir y sacar provecho de nuestras elecciones de vida. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del santísimo es la inteligencia”, dice Proverbios 9:10. Dios es trascendente pero a la vez también es inmanente, es decir tiene el absoluto control del universo, de todo lo creado, pero al mismo tiempo, interfiere en nuestros asuntos y se ocupa de nuestras vidas. El no nos deja solos, siempre podemos contar con su inmutable compañía. Dios cuida de nosotros. Su propósito es que confiemos en él y en su palabra. Él sabe que si hacemos caso a su palabra ser más que vencedores y nada nos faltará. En el jardín del edén Adán y Eva desobedecieron a Dios y fueron expulsados del paraíso. La soberbia les hizo creer que podían ser como Dios. Pero al igual que el diablo fueron expulsados del lugar de bendición. La soberbia produce expulsión de la bendición, pero la obediencia a Dios conduce a una vida abundante en Cristo. En romanos 5:1-4 el apóstol Pablo resume nuestro anda cristiano con las siguientes palabras: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Julio césar cháves
juliogenial@hotmail.com

2 comentarios:

Víctor Hugo Menacho Moreno dijo...

Gracias por este artículo a su autor, hoy tuve una decepción y tentación de perder la fe en las personas y en todo lo bueno de la vida y de hacer de aquí en más mi voluntad. Concluí que del enojo es fácil pasar al orgullo.

Unknown dijo...

Gracias Víctor por tu comentario. Es muy alentador.