sábado, 19 de mayo de 2007

La brújula espiritual del cristiano.


¿Cómo conocemos la voluntad de Dios para nuestras vidas? ¿Cómo sabemos que es lo que Dios demanda de nosotros? ¿Dónde conocemos las promesas y mandamientos del Señor? ¿Dónde podemos encontrar orientación intelectual y espiritual para conducirnos como Dios manda en este mundo caído? La respuesta es sencilla: conocemos lo que Dios piensa de nosotros a través de la lectura de la Biblia. Este sagrado libro es nuestra brújula espiritual que nos marca el norte de nuestra existencia y nos dice de donde venimos, hacia donde vamos y que quiere Dios de nosotros. La palabra de Dios es un libro completísimo donde encontramos conocimientos de que nos hacen crecer intelectual y espiritualmente. Más allá del carácter filosófico, histórico, científico y profético, en las sagradas escrituras hallamos la verdad infalible de Dios que constituye la antorcha espiritual de los cristianos, la cual ilumina los lugares más oscuros del corazón humano, poniendo en evidencia la naturaleza pecaminosa de los seres humanos y señalando a su vez el camino de redención y salvación a través de Cristo.
Los cristianos necesitamos conocer la palabra de Dios profundamente. Dios nos habla a través de su palabra y nos muestra el camino hacia la felicidad y la armonía interior. El periodista Marcelo Laffitte, en una editorial titulada El pueblo se aleja del libro, publicada en el diario El puente, escribió: “Si alguien me pregunta cual es, a mi juicio, el problema más preocupante del pueblo de Dios en la Argentina, no dudaría en responder que es el desapego creciente por la palabra de Dios. Escuche por radio a un famoso escritor secular decir esta frase: Los que no leen se suicidan intelectualmente. ¿Qué pasa si estas palabras las traemos al reino? Los que no leen la Biblia se suicidan espiritualmente. No le puede pasar nada peor a un cristiano que alejarse de las sagradas escrituras”.
Es la palabra de Dios, en efecto, un registro infalible de la progresiva revelación que nuestro creador ha hecho de sí mismo a todos los seres humanos sobre la faz de la tierra, revelación que, comenzando con el relato de la creación, finaliza con la gloriosa descripción de los acontecimientos sociales, económicos, políticos, que marcan el momento histórico de la segunda venida de Cristo. Las sagradas escrituras nos conducen con seguridad en este contradictorio mundo, señalándonos el norte de nuestras vidas donde soplan vientos de maldad y tanta injusticia y pecado. En este siglo XXI, donde impera el relativismo moral, la palabra de Dios es la verdad que echa luz divina sobre todos los aspectos humanos, orientándonos hacia el amor, la justicia, la salvación, el perdón de pecados a través de Cristo. La palabra de Dios, dijo el salmista, es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino. La Biblia es un poder dinámico, es un texto ennoblecedor que ha transformado a personas de todas las épocas y clases sociales, proporcionándoles una nueva escala de valores y extrapolando a las personas de la muerte a la vida en Dios a través de Jesucristo. El Dr. Luís Palau en un articulo titulado Comprendiendo la autoridad de la Biblia, escribió: “Cuando oigo que personas que profesan ser cristianas cuestionan si la Biblia es Palabra de Dios, no puedo menos que preguntarme si los cristianos de hoy no adoran a un Dios demasiado pequeño. Después de todo, si Dios es Dios, ¿no pudo acaso escribir un libro sin errores? Claro que pudo. Y lo hizo. Pablo pudo decir a Timoteo con toda confianza: "Pero tú sigue firme en lo que has aprendido. Ya sabes que lo que se te ha enseñado es la verdad, pues has podido comprobar la integridad de tus maestros. Además, desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras, y éstas te dieron la sabiduría que se necesita para alcanzar la salvación mediante la fe en Cristo Jesús" (2 Timoteo 3:14-15 BD). ¿Por qué razón Pablo podía decir eso? Porque toda la Escritura es inspirada por Dios; tiene autoridad porque es Palabra de Dios, no de hombres. Y Pedro pudo escribir: "No crean ustedes que les hemos estado relatando cuentos de hadas, cuando les hemos hablado del poder de nuestro Señor Jesucristo y de su segundo advenimiento. No. Con mis propios ojos vi su majestad" (2 Pedro 1:16 BD).
Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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