
El rencor significa resentimiento, falta de perdón. Esto perturba nuestra vida porque trae sentimientos de desgracia y hostilidad. El perdón es el camino sublime hacia la restauración. Viene de una raíz griega que significa alterar o cambiar. El perdón nos permite cambiar y alterar cualquier contexto que me permita cancelar la deuda de otra persona conmigo. Perdón es el acto de liberar a alguien de un agravio real o aparente. Perdonar es liberase. Una deuda es perdonada cuando usted libra al deudor de ese compromiso y da por liquidada aquella cuenta pendiente que ha habido entre usted y la persona que la damnificó. En su ensayo Aplauso del cielo, Max Lucado dijo que el rencor es un perro rabioso que muerde a su propio dueño. Y es cierto. De hecho, el rencor, el resentimiento y el desprecio hacia otros, frustran nuestra vida e impiden que Dios nos bendiga. Algunos cristianos dicen que cuando oran sus oraciones no llegan ni hasta el techo. Pasa esto porque ciertas oraciones son obstaculizadas por estos sentimientos como el rencor, la envidia y la amargura. Es más, el salmo 66 habla a este respecto. A Dios no le agradan las personas que quieren que ser perdonada pero no perdonan a los demás. La falta de perdón es pecado y nos impide llegar a la presencia de Dios. Mateo 6:15 cuenta: “Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas”. El corazón humano es muy engañoso y albergar sentimientos como el odio, el rencor y la amargura, nos alejan de la felicidad y por supuesto, nos alejan de Dios. Jesús en una ocasión contó a sus discípulos la historia de un hombre que fue perdonado de una deuda que no podía pagar y que cuando encontró a otro que le debía muy poco le cobró una pequeña deuda y como no la pudo pagar, hizo que lo castiguen. Entonces, cuando se enteró el que le había perdonado la deuda, también lo mandó a la cárcel como hizo este con el otro. Debemos perdonar. Si Dios nos perdona lo mucho que le hemos hecho, ¿no vamos a perdonar a quien nos hizo tan poco? El perdón nos acerca a la felicidad y por supuesto, a Dios.
Cada vez que tenemos un altercado con alguien debemos pedir perdón y no guardar rencor. Examinemos nuestros corazones y perdonemos a quienes nos han hecho daño. El diablo desea que nos atemos al rencor, la amargura y el resentimiento, pero Dios quiere darnos libertad a través del perdón y el amor al prójimo. Jeremías 17:9 dice que el corazón es más engañoso que todas las cosas y que Dios lo conoce. Ya que sabemos que nuestro corazón es imperfecto y puede albergar cosas que nos alejan de Dios, debemos orar como lo hacía David: “Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad”. (Salmo 139:23,24). Cuando perdonamos llamamos la felicidad y nos vacunamos contra la rabia del rencor. Todos los seres humanos herimos y somos heridos. Somos frágiles. Decimos cosas que no debemos pronunciar, decimos cosas que a Dios no le agradan. Santiago 3:6 dice: “La lengua es un fuego, un mundo de maldad…ella misma es inflamada por el infierno”. Y Santiago 4:11 sigue refiriéndose a este tema: “La lengua es un fuego lleno de veneno mortal”. Muchas veces herimos de palabras y con hechos. Entonces lo mejor que podemos hacer es pedirle perdón a Dios y a los demás. Recordemos que el rencor es un verdugo y quiere destruir nuestra relación con Dios y con los demás. Muchas familias, empresas, noviazgos, amistades, se han roto debido al rencor, el resentimiento y el odio. Pero el amor ha formado parejas, amistades, reinos, empresas, sociedades. El que perdona es inteligente porque atrae hacia si mismo la bendición de Dios y de los demás. Perdonar es de sabios. El perdón hace que perfecciones nuestra capacidad de amar a Dios y a los semejantes. Perdonemos y seamos libres.
Julio césar cháves juliogenial@hotmail.com
Cada vez que tenemos un altercado con alguien debemos pedir perdón y no guardar rencor. Examinemos nuestros corazones y perdonemos a quienes nos han hecho daño. El diablo desea que nos atemos al rencor, la amargura y el resentimiento, pero Dios quiere darnos libertad a través del perdón y el amor al prójimo. Jeremías 17:9 dice que el corazón es más engañoso que todas las cosas y que Dios lo conoce. Ya que sabemos que nuestro corazón es imperfecto y puede albergar cosas que nos alejan de Dios, debemos orar como lo hacía David: “Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad”. (Salmo 139:23,24). Cuando perdonamos llamamos la felicidad y nos vacunamos contra la rabia del rencor. Todos los seres humanos herimos y somos heridos. Somos frágiles. Decimos cosas que no debemos pronunciar, decimos cosas que a Dios no le agradan. Santiago 3:6 dice: “La lengua es un fuego, un mundo de maldad…ella misma es inflamada por el infierno”. Y Santiago 4:11 sigue refiriéndose a este tema: “La lengua es un fuego lleno de veneno mortal”. Muchas veces herimos de palabras y con hechos. Entonces lo mejor que podemos hacer es pedirle perdón a Dios y a los demás. Recordemos que el rencor es un verdugo y quiere destruir nuestra relación con Dios y con los demás. Muchas familias, empresas, noviazgos, amistades, se han roto debido al rencor, el resentimiento y el odio. Pero el amor ha formado parejas, amistades, reinos, empresas, sociedades. El que perdona es inteligente porque atrae hacia si mismo la bendición de Dios y de los demás. Perdonar es de sabios. El perdón hace que perfecciones nuestra capacidad de amar a Dios y a los semejantes. Perdonemos y seamos libres.
Julio césar cháves juliogenial@hotmail.com
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