miércoles, 14 de marzo de 2007

Sabiduría para la vida.

La palabra sabiduría proviene etimológicamente del latín SAPIENTIA. Quiere decir: conducta prudente y serena en la vida o en los negocios. La sabiduría es una virtud que nos permite aplicar nuestro conocimiento de modo adecuado, de acuerdo a la moral y los valores humanos absolutos. Así como los carpinteros trabajan la madera; el sabio se trabaja a sí mismo. Poseer sabiduría es predisponer nuestro corazón y nuestro intelecto, para aprender de cada uno de los seres humanos que nos rodean. J. Joubert pensó: “La sabiduría es el comienzo de la belleza”.
En el campo teológico, la sabiduría es un don del Espíritu de Dios. Según el Rey Salomón, el temor a Dios es el principio de la sabiduría. Un ser humano sabio es aquel individuo que configura su vida en torno a la palabra de Dios. Ser sabio es dejar de lado lo feo, lo malo, lo falso. Es aspirar a lo mejor. Es tener la mesura de elegir lo bello, lo bueno, lo verdadero. Vivir de un modo sabio es estar despierto ante la vida, el amor, el otro. Un hombre sabio es aquel que percibe lo extraordinario con asombro, discernimiento e inteligencia. Ser sabio es despojarse de lo que uno ya sabe para volver a aprender. Esto es sabiduría para vivir. Vauvanargues, en sus “Reflexiones”, pensó: “La razón hace filósofo y la gloria hace héroes. La sola virtud hace sabios”.
La sabiduría es la virtud que nos ayuda a ordenar lo aprendido. Es la virtud que nos ayuda a cuidar el tiempo, a saborear lo que somos. El sabio disfruta de lo que es, de lo que los demás son, disfruta de la vida en sí. La sabiduría es lo que nos capacita para vivir en un estado constante de ACCION/REFLEXION. Es decir, gestionar un comportamiento inteligente está íntimamente ligado a una vida de pensamiento. El individuo sabio siempre piensa en las consecuencias de sus actos. Piensa porque sabe que la vida está compuesta de causas y efectos. La sabiduría es lo que nos ayuda a captar la crucial importancia de todas las decisiones que abordamos. Sabiduría es saber que lo que hacemos define lo que somos. Ser sabio es temer a Dios, amarnos, amar al prójimo. Querer ser mejores para el bien de todos. Sabio es el individuo que saca provecho de las cosas aparentemente malas. Esquilo dijo: “Es bueno aprender a ser sabio en la escuela del dolor”. Espinosa, en su Ética, escribió: “El hombre libre es el que vive dirigido sólo por la razón”.
Ser sabio es vivir el presente con responsabilidad, asombro, coraje. Es declarar junto a Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. Es estar dispuesto a olvidar lo aprendido para volver a prender, a saborear la vida, a disfrutar el tiempo y utilizarlo de un modo prudente. J.J. Rousseau decía: “Sé sensible, pero sé sabio. Si no eres más que una de las dos cosas, no eres nada”. Quiero vivir bien. Quiero estar en armonía conmigo, con los demás, con Dios. Ahora deseo citar a uno de mis autores preferidos. Su nombre: Jaime Barylko. El reflexionó: “Sabiduría, sabiduría así, en letras chiquititas, en repulsa de cualquier mayúscula, es la vida que se saborea, sin previas definiciones, retiradas de condicionamientos autoritarios, en desnudez adánica. No se regala. No, no se regala. Porque no es cosa. Las cosas se regalan. Las vidas se conviven”. Gracias a Dios he vuelto a aprender”.

Julio C. Cháves.

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