miércoles, 14 de marzo de 2007

Revolución sexual.

El mundo entero vive obsesionado por el sexo. No hay duda de que la sociedad actual está impregnada de erotismo y que las vidas de las masas y los pensamientos colectivos son más intensamente sexuales que en ninguna otra época. La profusión sexual reina en nuestro mundo. Y debido a esta ansiosa obsesión por el sexo, se ha producido una especie de extraordinaria “esquizofrenia cultural” que hace permanecer al mundo en un estado casi eterno de excitación sexual. Los tambores del freudismo vudú no paran de sonar. Toda esta loca revolución sexual comenzó en 1960.
En 1960, cundo llegó la píldora, llego también la liberación espontánea de energía sexual. Súbitamente hizo acto de presencia el ingrediente que posibilitaba la práctica de un sexo libre de preocupación en el que las mujeres podían satisfacer sus deseos sexuales con tanta libertad como los hombres e incluso con mayor libertad, ya que los hombres se enfrentaban a la libertad dificultosa, más laboriosa para unos que para otros, de encontrar compañera sexual, mientras que las mujeres liberadas por la píldora tenían a su disposición cuantos compañeros sexuales quisieran. La idea matriz de la revolución sexual es: el sexo puede hacernos libres, pues en el orgasmo se encuentra la felicidad. Los títulos de las canciones de rock de los 60 lo decían todo: “Si te gusta hazlo”, “¿Por qué no lo hacemos en la carretera?”, “Enciende mi fuego”, “Nacido para salvaje”, “Todo cuanto necesitas es amor, ¡salvaje!”, etc.
P. Sesión escribió respecto al movimiento de la revolución sexual: “La llamada revolución sexual ha cambiado muchas cabezas. Los hijos ya no llegan como antes; y cuando llegan, es después de escapar de la píldora y del aborto, para ver matrimonios que viven en clima de precariedad e inestabilidad. Crecen para conocer el tercer o cuarto marido de su madre o la tercera mujer de su padre. Esto no sólo sucede en Estados Unidos, patria y madre de todos los VICIOS BURGUESES, también sucede en Rusia, donde el número de divorcios no es menor que el de los matrimonios americanos. Sucede en América Latina y, prácticamente, en todos los países que se dicen cristianos, pero nihilistas o materialistas por elección. En realidad, la desesperación de la juventud por el sexo es una de las manifestaciones más enfermizas. No existen límites y no hay responsabilidad; los jóvenes son como hormigas; por su comportamiento se deduce el porvenir. En un mundo lleno de odios, violencias, incertidumbres y toneladas de bombas, la juventud parece sentir que no tiene mucho tiempo por delante. El que considere más a fondo esa hambre de sexo que se aposentó hasta en los adolescentes, verá el comienzo de un fin de la civilización. En el fondo, ellos sienten que el mundo se está matando y no sabiendo que hacer, hacen el amor sin amor, sin compromiso”.
No quiero ser pesimista, pero creo que es evidente que se avecina un huracán de proporciones devastadoras. El errático poder fálico es muy peligroso. La copulación indiscriminada es señal de una sociedad en decadencia moral. Esta generación ha perdido el sentido de la responsabilidad. Es verdad que los jóvenes están perdidos en el amor libre, pero también es verdad que los que nos gobiernan no hacen nada para controlar el contenido promiscuo de los medios de comunicación. Alguien dijo que “el sexo y el poder son una misma cosa y que esto constituye la forma de vida de nuestra época actual”. La palabra ambivalencia nos queda corta para describir los atroces sentimientos que estamos experimentando. William Blake en “El matrimonio del cielo y del infierno”, dijo: “La antigua tradición según la cual el mundo será consumido por el fuego al cabo de 6.000 años de existencia es verdadera… Toda la creación quedará abrazada y un espacio infinito y sagrado se extenderá donde ahora todo es finito y corrupto. Todo sucederá por el incremento del placer sensual”.

Julio C. Cháves.

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