miércoles, 14 de marzo de 2007

El aborto.


La Biblia dice que una criatura que se está desarrollando en el vientre es una persona. Antes de nacer, mientras estamos dentro de nuestra madre, somos una persona que Dios le dio el derecho de vivir. El Salmo 139:13,15-16 dice: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre… No fue encubierto de tu cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas”. En una ocasión Maria, la madre de Jesús, fue a visitar a Elizabet, su prima. Cuando llegó, dentro del vientre de Elizabet, la criatura, que luego se llamaría “Juan el Bautista”, saltó de alegría en el vientre de esta joven. (Lucas 1:44). La criatura que Elizabet tenía en su vientre era una persona. Por tanto, cuando una mujer decide abortar, está quitándole la vida a otra persona. Después del aborto, el dolor que siente la mujer es indecible. Alguien dijo: “La simiente que no nació cobra muy caro su precio y sólo la madre que no fue madre, sabe cuál es”. “De los dolores de la juventud, hay uno que duele toda la vida, aunque la cicatriz esté cerrada: es el dolor del hijo que podía haber nacido y no nació…”
Muchas parejas utilizaron el aborto como un método de control de natalidad. Lo practicaron por egoísmo y por conveniencia egolátrica. Optar por el aborto es optar por la muerte. Yo fui el primer hijo que tuvo mi mamá. Ella quedó embarazada cuando era apenas una adolescente de 15 años. Ella optó por concebirme, pese a que eras apenas una púber de 15 años. Actualmente el promedio de abortos es muy amplio. Un escritor muy conocido dijo que el aborto es un holocausto. La vida humana es un regalo de Dios. Dios detesta el aborto. Dios ama a las madres solteras que decidieron responsabilizarse por sus actos. Dios también ama a las mujeres que un día abortaron, pues el 99 % no sabía lo que estaba haciendo. Muchas mujeres adolescentes abortaron, pues lo hicieron acosadas por padres que no admitían esa vergüenza en el hogar, pues lo hicieron acosadas por un novio que no querría responsabilizarse por sus actos. La mujer que aborta se mutila a sí misma. La mujer que aborta opta por la muerte de su hijo y opta por vivir con el recuerdo perturbador de un hijo que podría haber nacido pero que no nació. El aborto es sinónimo de irresponsabilidad y egolatría. Abortar es matar. Abortar es optar por vivir con dolorosas cicatrices físicas y emocionales. Yo estoy en contra del aborto. Porque estar a favor del aborto es estar a favor de la muerte. Estar a favor del aborto es estar a favor de la devaluación de los valores morales.
Dios, a través del profeta jeremías, nos dice: “Antes que te formarse en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”. (Jeremías 1:5). P. Sesión escribió: “El dolor después del aborto hace muchas victimas, pero hay dos que casi siempre mueren ese día: el feto y la madre. La única diferencia es que el feto muere en la hora en que sucede el aborto y la madre va muriendo poco a poco. Felices las que se perdonan, resucitan y más hijos de los que pueden tener, o más tareas de las que sus frágiles hombros pueden sobrellevar. Es el hijo que no pudieron tener en aquellos días, pero que ahora quieren tenerlo de otro modo: adoptan toda una sociedad y luchan por todos los hijos del mundo”. Y P. Sesión finalmente declara: “Yo voto contra el aborto pero no por un castigo a la mujer que aborta. El motivo es simple: ¡Nadie se castiga más que ella misma!...”.

Julio C. Cháves

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