Casi todas las personas compiten ferozmente por ocupar un lugar en la escalera social. El individualismo es cool y a nadie le importa el jardín ajeno. La soberbia es el irritante condimento de las relaciones narcisistas. Abunda la fanfarria, el exhibicionismo y la ostentación. En síntesis, falta humildad. Así pues pregunto, ¿qué es precisamente la humildad? Ante todo ser humilde consiste en el conocimiento de nuestras limitaciones y portarnos en consecuencia. El humilde es modesto, sensible, no hace alarde lo que tiene o sabe, es sencillo y siempre considera a los demás como superiores a él, aunque la realidad demuestre lo contrario. No hablo de la falsa humildad que llora lágrimas de cocodrilos y luego esta apuñalando y hablando mal por la espalda. No hablo de aquellos que viven hablando de lo que tienen y hacen alarde de sus títulos, propiedades, estatus, nivel social, de su estúpida vanidad.
Agatha Christie dijo alguna vez que cuando no hay humildad las personas se degradan. La persona humilde es aquella que acepta a los demás independientemente de su novel social, de color de piel o de su aspecto físico. El humilde es esfuerza por mostrar simpatía y empatía se pone en el lugar de los demás y si puede ayudar a alguien le tiende una mano sin esperar nada a cambio. La humildad es una señal de grandeza de espíritu. La humildad hace que no seamos prejuiciosos no formemos estereotipos en nuestras mentes respecto a como deben ser las personas. Primero hay que conocer a los otros y después se debe opinar con conocimiento de causa. Los humildes se merecen aprecio, respeto y reconocimiento. Porque sin humildad no existe la grandeza de corazón. ¿De qué sirve vivir hablando de lo que tenemos o hemos logrado? ¿Sirve de algo tapar con nuestras ostentaciones las necesidades de los semejantes? Los humildes siempre son bien recibidos sin van de visita. La humildad nos hace funcionar socialmente. Cuando somos humildes desaparecen las enemistades, los antagonismos, las mezquindades, las comparaciones, la arrogancia, la vanagloria, las altanerías, los múltiples estados de soberbia. Escuche decir a alguien que la fanfarria se da cuando una persona tiene mala autoestima. Por eso necesita mostrar una supuesta superioridad con el objeto de sentirse valioso pero por dentro sabe que es inferior. De hecho, el complejo de superioridad es el complejo de inferioridad. La humildad es señal de buena autoestima.
Mientras la soberbia y el invididualismo cieguen y anulen los sentimientos de los hombres la humildad y la modestia estarán ausentes. La humildad es un sentimiento redentor lubricado por el amor altruista. Los malos modales, el sarcasmo, el desprecio, el chisme, son evidencia de que estamos ante una persona mal intencionada que carece de humildad y respeto hacia sus semejantes. Aquellos que desean realmente ser aceptados y valorados por los demás deben dejar de lado el orgullo y el individualismo. Ernest Heminguay afirmó en una ocasión que el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Agatha Christie dijo alguna vez que cuando no hay humildad las personas se degradan. La persona humilde es aquella que acepta a los demás independientemente de su novel social, de color de piel o de su aspecto físico. El humilde es esfuerza por mostrar simpatía y empatía se pone en el lugar de los demás y si puede ayudar a alguien le tiende una mano sin esperar nada a cambio. La humildad es una señal de grandeza de espíritu. La humildad hace que no seamos prejuiciosos no formemos estereotipos en nuestras mentes respecto a como deben ser las personas. Primero hay que conocer a los otros y después se debe opinar con conocimiento de causa. Los humildes se merecen aprecio, respeto y reconocimiento. Porque sin humildad no existe la grandeza de corazón. ¿De qué sirve vivir hablando de lo que tenemos o hemos logrado? ¿Sirve de algo tapar con nuestras ostentaciones las necesidades de los semejantes? Los humildes siempre son bien recibidos sin van de visita. La humildad nos hace funcionar socialmente. Cuando somos humildes desaparecen las enemistades, los antagonismos, las mezquindades, las comparaciones, la arrogancia, la vanagloria, las altanerías, los múltiples estados de soberbia. Escuche decir a alguien que la fanfarria se da cuando una persona tiene mala autoestima. Por eso necesita mostrar una supuesta superioridad con el objeto de sentirse valioso pero por dentro sabe que es inferior. De hecho, el complejo de superioridad es el complejo de inferioridad. La humildad es señal de buena autoestima.
Mientras la soberbia y el invididualismo cieguen y anulen los sentimientos de los hombres la humildad y la modestia estarán ausentes. La humildad es un sentimiento redentor lubricado por el amor altruista. Los malos modales, el sarcasmo, el desprecio, el chisme, son evidencia de que estamos ante una persona mal intencionada que carece de humildad y respeto hacia sus semejantes. Aquellos que desean realmente ser aceptados y valorados por los demás deben dejar de lado el orgullo y el individualismo. Ernest Heminguay afirmó en una ocasión que el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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