domingo, 11 de marzo de 2007

Las virtudes y los valores.


“Hay huellas que perduran para siempre”,
Anónimo



El mundo les debe mucho a los hombres que cultivaron las virtudes y los valores morales en sus vidas. Estos demostraron los valores con esfuerzos silenciosos y afanes benignos, desafiando a las tempestades de la vida, poniéndole el pecho a las balas, sobreponiéndose al sufrimiento en busca de las verdades universales como son la verdad, el deber, el amor. El valor moral es la característica más elevada de las personas virtuosas: el valor de buscar el bien y la verdad; el valor de ser honesto, justo, comprensivo; el valor de hacer el bien sin esperar nada a cambio. Los valores y las virtudes hacen que los hombres dejen huellas indelebles en las almas de los hombres.
Las buenas personas, si tienen virtudes valiosas, son atacadas por las calumnias y las persecuciones físicas y psicológicas. De hecho, expresó un filosofo antiguo, “en cualquier parte donde un alma ha querido expresar sus ideas se encuentra un gólgota”. Grandes personajes de la historia fueron perseguidos y vituperados por sus pensamientos sublimes. Esto le sucedió a Galileo, cuyo carácter de hombre de ciencia casi ha sido eclipsado por el de mártir. Denunciado por los sacerdotes desde el pulpito por su teoría acerca del movimiento de la tierra, lo cual lo condujo a Roma a los 70 años, para responder a su heterodoxia. Fue prisionero de la Inquisición y no sabemos con exactitud si fue torturado. Se lo persiguió hasta después de su muerte, ya que el papa se negó a que su cuerpo fuera depositado en una tumba. Al final su teoría resultó siendo cierta. Hasta el puro y sencillo Newton fue acusado de pretender “destronar” a Dios con su sublime descubrimiento de la ley de la gravitación; y un cargo parecido se formuló contra Benjamín Franklin cuando explicó la naturaleza del rayo. Al final las teorías de Newton y Franklin resultaron ser ciertas.
Los desgraciados y desventurados son producto de sus vicios contravalores. Las cosas malas que advertimos en el mundo se deben a la debilidad y a la indecisión de las personas a las cuales les falta el valor de hacer el bien, buscar la verdad y practicar el amor. De hecho, hay personas que saben lo que es el bien y las falta el valor de realizarlo. Los individuos malos viven conforme a sus salvajes instintos, conforme a sus malas costumbres y a su inconstancia. Para ser un valioso virtuoso es necesario un buen ejercicio del valor moral para resistir las influencias corruptoras de lo que se ha dado en denominar “La sociedad”, esta sociedad tan alienada y corrompida por el egoísmo, la indiferencia, la apatía y las malas costumbres. La cobardía moral es lo que nos llena de adulonería, snobismo, artificialidad, mentira, miseria, maldad y desamor. Nos falta valor. Valor para decir la verdad aunque nos duela. Valor para vencer al mal con el bien. Porque los hombres verdaderamente virtuosos dicen la verdad, aunque en ello se hagan impopulares o seres anónimos. Una persona debe tener el valor de ser ella misma, no la sombra ni el eco de otro. La persona fuerte y valerosa es quien dirige, guía y domina las malas costumbres. Después de todo, la vida de una persona justa y enérgica es como un foco de luz que ilumina en la oscuridad. El hombre valeroso, virtuoso, es tan magnánimo como gentil. Se preocupa por ser generoso, afable, compasivo, honesto, perseverante, disciplinado, verdadero, sonriente, luchador, osado, humilde, sencillo, manso, fiel, autentico, positivo, ordenado, de buena influencia para los demás, se preocupa por cultivar los valores y las virtudes en su vida, porque esto le da sublime valor como persona virtuosa.

Julio C. Cháves.

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