viernes, 16 de marzo de 2007

La juventud y la vejez.

Soy joven. Dios me ha dado la juventud para que, paulatinamente, aprenda a morir, para que aprenda a vivir. Quiero envejecer bien. Quiero vivir con sabiduría. Por eso, quiero deteriorarme mirando lo esencial, leyendo buenos libros, (principalmente la Biblia), solidificado vínculos afectivos, fortaleciendo en mí virtudes empáticas y altruistas. Anhelo ser mejor. Para esto voy a tener una mente activa. Voy a pensar en positivo. Voy a enriquecer mi espíritu. Voy a ser útil a mi mismo, a los demás, a Dios, a la sociedad. Mi deber es desarrollarme como persona. Es cultivar cualidades que me permitan amar y ser amado. Hay muchos modos de envejecer. Algunos son negativos. Muchos individuos envejecen renegando de todo y de todos. Debido a esto, se cansan de la vida, dejan de soñar, dejan de sonreír, se remiten a la perdida de la fe y se acostumbran a la mediocridad y la monotonía. Esto es deteriorarse sin paz, sin sabiduría, sin felicidad. El cardenal Saliége, decía: “El envejecimiento comienza cuando lo accesorio le gana a lo esencial”.
Cuando sea anciano deseo vivir sin orgullo. Ahora mi orgullo me dice que debo disfrutar de la vida, de las ilusiones, de la frivolidad. Pero la prudencia me dice que me enriquezca interiormente, para que, cuando llegue a viejo, tenga contentamiento y dicha. Salomón me aconsejó: “Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento…” (Eclesiastés 12:1). Debo utilizar el tiempo con responsabilidad. Anhelo organizar mi juventud bien vivida. Quiero amar la misericordia y el perdón. Por eso, voy a comenzar haciéndolo ahora que soy joven. Ahora voy a entender otras ideas aunque muchas no las comparto. Voy a manejar mi vida de tal modo que me beneficie y beneficie también a quienes amo. Quiero humanizarme y ablandar mi corazón de forma progresiva. Mi meta es conocer a fondo la vida. Abrirme a la amistad, a historias nuevas, a amistades nuevas, a afectos nuevos. No quiero imponer mis vivencias, ni mis ideas, ni mis creencias. Deseo escuchar y aconsejar sin orgullo, vivir días mejores, compartir cariño irrefutable e insospechado. Es obvio que muchas veces tendré que enfrentarme con polimorfos fracasos, pero también es obvio, que me apoyaré en ellos para ser mejor persona. Paúl Elvard dijo: “Envejecer es organizar la juventud a través de los años”. No quiero dejar de tener proyectos nuevos, ni frenar mis ganas de escribir, ni limitar lo que soy, ni coartar mis sueños. Porque al permitirme ser feliz, también les estoy permitiendo a mis semejantes que lo sean. Se que envejecer bien es un trabajo de toda la vida. Por esto, voy a comenzar a envejecer bien ahora, si, ahora, en el presente.
Y para envejecer bien, anhelo seguir los siguientes consejos de las personalidades que sigan: Henri Bordeaux pensó: “Trabajar con alegría dando lo más posible al corazón”. El general Macarthur expresó: “Los años arrugan la piel. Renunciar a nuestro ideal arruga el alma”. Albert Camus también reflexionó: “Pasar de la pasión a la compasión”. Chateaubriand declaró: “La vejez no debe ser una carga sino una dignidad”. Finalmente, H. F. Amiel nos dice: “Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría y una de los aportes más difíciles del gran arte de vivir”. La juventud y la vejez son casi lo mismo…Lo único diferente es el tiempo.

Julio C. Cháves.

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