sábado, 3 de marzo de 2007

“Entremezclados con muchísima gente”.


Convivimos con otras personas, entremezclados con muchísima gente. Nadie existe solo. Hay familias, gente, sociedad, ciudades, barrios, países, civilización. Y caminar en el camino de la felicidad implica estar en contacto con otros, hombres y mujeres, familiares y amigos, conocidos y desconocidos. Convivir socialmente en paz consiste en dejar que los demás entren en nuestras vidas, dejando sus huellas, impresiones, ideas, personalidades. Ser feliz consiste en saber convivir, ser tolerantes, aceptar las diferencias, reconocer virtudes y omitir, muchas veces, defectos que vemos en que esta delante de nuestros ojos. Para mantener una buena sociabilidad es necesario el diálogo, esto nos permite conocernos recíprocamente, facilitando la resolución de los problemas interpersonales, ahuyentando las controversias, los antagonismos, y poniendo el claro los límites que permiten que no nos dañemos en ningún sentido. Cada uno es responsable de la felicidad propia y la de sus seres queridos. En su obra Absalón, Absalón, William Faulkner dice: “Uno nace y ensaya un camino, sin saber por qué, pero sigue esforzándose; lo que sucede es que nacemos juntos con muchísima gente, al mismo tiempo, todos entremezclados; es como si uno quisiera mover los brazos y las piernas por medio de hilos, y esos hilos se enredasen con otros brazos y piernas…y es como si cuatro o cinco personas quisieran tejer una alfombra en el bastidor; cada uno quiere hacer su propio dibujo”.
Entremezclados. Influenciados e influenciando. Siendo y dejando ser. Conviviendo con otros que a su vez conviven con nosotros y con muchísima gente más. Es difícil estar juntos ya que todos pensamos distinto, tenemos ideas, conceptos, pensamientos variados, pertenecemos a equipos distintos, pero en definitiva nos une nuestra humanidad. Y a lo mejor que puede aspirar una persona es a amar y ser amado, reconocer la presencia de los demás y darse cuenta que necesita ser percibido. Debemos darnos cuenta de que la presencia del otro nos enriquece. No hace falta que seamos iguales. Se cruzan nuestros hilos, muchas veces con personas que no nos caen bien, pero siguen siendo nuestros hilos. Y todos nuestros hilos están sostenidos por la misma vida. No vale nada compararnos, medirnos, criticarnos, murmurar unos de otros. Después de todo, estamos entremezclados, todos juntos en el mismo gallinero humano. En su obra Antigona, Sófocles, dijo: “No he nacido para compartir odio, sino amor”.

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

No hay comentarios.: