sábado, 3 de marzo de 2007

El puñal envenenado.


“La soberbia, la vanidad, la hipocresía, la mentira, el artificio, todas esas formas sucias de la maldad humana tienden a contaminar a los demás seres por medio de las palabras”. Anónimo.



En su novela “Maleficio”, Stephen King cuenta la espeluznante historia de Billy Halleck quien es un marido ejemplar, excelente padre de familia. Billy tiene una bella casa, considerable fortuna, merecido prestigio como abogado y… algunos kilos de más. Pero cierto día, Billy atropella con su automóvil a una gitana en la calle y el padre de la mujer le lanza una extraña maldición. Son apenas dos palabras: “Mas delgado…”. En seis semanas, Billy pierde cuarenta kilos. Sin cesar, se vuelve más y más delgado. Desesperado, intenta romper el maleficio que se abate sobre su vida. De ahí en más se da la historia…
Lo más interesante de la novela es el comienzo. El padre de la chica apuñala a Billy con la lengua, el puñal envenenado y la maldición comienza a surtir efecto. Y la novela de King atenaza el ánimo del lector hasta el final. En este caso la lengua porta una maldición. Esto nos enseña que la lengua es un arma de doble filo. La lengua es el órgano que nos acerca a los demás. . Con ella podemos saborear la comida y también hablar. La palabra lengua proviene etimológicamente del latín (Lengua) y quiere decir: Órgano móvil de la boca, propio para gustar, degustar, deglutir y hablar. La lengua es un órgano pequeño pero de múltiples funciones. Es un órgano útil. Asimismo, si es mal utilizado es un órgano que puede dañar incluso hasta la salud física. Las palabras son el espejo donde se refleja la verdadera imagen de las personas. La lengua es un fuego. “Todos los órganos humanos se cansan alguna vez, salvo la lengua”, dijo
Konrad Adenauer
Nuestro modo de hablar, para que nuestra lengua sea buena, debe ser franco, puro, claro, sincero, natural y veraz. Sólo si es así se puede decir que nuestro decir es portador de bondad y buenos modales. Sólo el que habla la verdad con los demás es una persona autentica. Sólo quien posee pureza de lenguaje puede decir que ama a los demás. Porque el camino a la felicidad es la verdad y la franqueza de espíritu. La palabra afable y suave como una pluma, benéfica como lluvia para el campo seco, siempre fomenta el bien en los corazones y en las relaciones interpersonales. Cuando la lengua es utilizada para el bien de todos, siempre da frutos positivos.
Claro que también hay personas que viven burlándose de los demás, viven envidiando, hiriendo, humillando, descalificando, desacreditando. Esto son los irónicos que utilizan a la lengua como a un puñal envenenado. En efecto, los malvados, los imprudentes, los frustrados, los estúpidos, los tontólogos, los engreídos y los malos individuos, siempre utilizan la lengua con fines siniestramente torcidos. Los tales también cosecharán los frutos de sus macabras lenguas, que son justamente los frutos del mal y de la muerte. Al fin y al cabo, cada cual utiliza la lengua como quiere, pero las consecuencias vendrán como deban venir, buenas o malas. “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”, dijo
Sigmund Freud.

El autor estadounidense Max Lucado en su obra “Sobre el Yunque” nos da cinco ideas que nos pueden ayudar a controlar la lengua:
1) Nunca diga nada de nadie que no se lo pueda decir en la cara.
2) Niéguese a escuchar murmuraciones.
3) Diga cosas positivas acerca de las personas que está hablando.
4) Recuerda: “La lengua… es un fuego”.

Julio C. Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar

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