martes, 13 de marzo de 2007

Armonía social.

La palabra armonía proviene del latín “Armonía” y quiere decir: ajuste, acuerdo, perfecta correspondencia entre las partes de un todo. Tener armonía con los demás es un trabajo que implica esfuerzo, disciplina y amor. Lo contrario de la armonía es el mal. Cuando hacemos mal a alguien estamos configurando relaciones interpersonales sin armonía, sin amor, sin respeto. Armonía es una virtud conducente al equilibrio, a la moderación, a la unión y la paz. Por tanto, el individuo que hace el mal, sea como sea ese mal, es un individuo que está colaborando en hacer guerra contra la armonía, lo cual provoca, tanto en las relaciones intrapersonales como en las relaciones interpersonales, disentimiento, odio, desavenencia y confusión. Así pues, hacer el bien es generar en los demás reacciones positivas, amor, respeto, solidaridad, y unión en todo sentido. “Entre dos individuos, la armonía nunca es dada; debe conquistarse indefinidamente”, dijo S. de Beauvoir.
La falta de unidad entre los miembros de una sociedad, a causa del demasiado interés propio de los miembros individuales, genera desunión, individualismo e injusticia social. Toda la sociedad constituye un solo pueblo. Todos los miembros de la sociedad están, o deben estar, ligados en fraternidad de raza; quienes están dispuestos a olvidar esta verdad tan simple y tan ineludible a la vez, son los enemigos acérrimos de la armonía social. El esfuerzo que hay que concertar para progresar individual, como colectivamente, es la práctica del bien para generar en nuestra urbe armonía entre los miembros individuales. Lambert escribió: “Vivimos con nuestros defectos igual que con nuestros colores corporales, no lo percibimos, no molestan sino a quienes están con nosotros”. La única manera de generar armonía es haciendo el bien. Hacer el bien consiste en mirar lo positivo en nosotros, en los demás, minimizando al mismo tiempo los defectos y las malas acciones. Hacer el bien es buscar lo puro, lo contractivo, lo que nos transforma en aras del bienestar individual y también del bien social. Hacer el bien sin esperar nada a cambio, crea armonía, acuerdo, perfecta correspondencia entre los diversos miembros de la tecno-sociedad en que vivimos. El amor es el bien. La armonía social es un ingrediente indispensable del amor social. José Ingenieros dijo: “Cada uno se labra su propia corona, cada quien es hijo de sus obras”.
Alguien que no sé quien es, escribió lo que sigue respecto a la sociedad: “La sociedad es como un grupo de caminantes que van de peregrinaje. Supongamos que uno entre ellos es atacado por el cólera, ¿acaso siguen los demás su camino, dejándolo atrás? No, no pueden hacerlo. Más bien interrumpen su viaje en ese lugar por un día o dos, lo alivianan de la enfermedad y lo ayudan a adquirir fuerza en sus piernas. O bien parten nuevamente, llevándolo en andas. Si alguien anda escaso de alimento, otros le dan del suyo. Juntos, comparten todo entre todos. Juntos, siguen adelante, cantando sus estribillos. En su entusiasmo de avanzar con los otros, olvidan sus diferencias triviales, que en sus familias pueden haber llevado a cambios negativos y juicios, aun durante dos o tres generaciones. La esencia de la cooperación, surgida de movilizarse en forma conjunta, apunta a ampliar o expandir el ser mental de una persona mediante el derribar una y otra vez las propias barreras de mezquindad”. Al hacer el bien generamos armonía…

Julio c. Cháves.

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