viernes, 9 de marzo de 2007

Argentinos confiscados.

Los tiempos han cambiado mucho y sobre todo el valor de los ciudadanos. Los ahorros han sido confiscados, han muerto manifestantes en protestas sociales, la inseguridad nos abruma, los derechos humanos son desacatados, hay abuso policial, coimas, a idas y vueltas de gente empapada en corrupción. La crisis es evidente. Los argentinos hemos sido confiscados. Nuestro futuro está en manos de extranjeros que únicamente se preocupan por ellos, y así seguimos caminando por la senda del “tudu bem” superficial.
Estamos ante dos opciones: La resignación o la esperanza. Este es un país plagado de contradicciones enigmáticas y los choripanes a cambio de un “voto” de onda son algo tan común como el hecho de que los argentinos tomamos mate y somos fanáticos del fútbol. A nosotros los jóvenes nos han confiscado el futuro y después nos reclaman que nos capacitemos cuando ni siquiera tenemos un trabajo fijo. Sinceramente estoy dilemático. No entiendo como en el granero del mundo hay hambre. No entiendo como la argentina tropieza con la misma piedra del FMI. Creo que nuestro problema tiene que ver con lo cultural. Hoy día formamos parte de una cultura Light donde los valores son dudosos, los cimientos herrumbrosos, y todos están a punto de ceder. Leopoldo Marechal dijo: “La patria no ha de ser para nosotros nada más que una hija y un miedo inevitable, y un dolor que se lleva en el costado sin palabra ni grito”. Actualmente me está costando mucho ser patriota pero de todos quiero seguir luchando para ser un argentino de vocación.
Como dijo Marcos Aguinis. “Ser argentino es un atroz encanto”. ¡Y que encanto! Cuesta trabajo ser argentino. Cuesta porque hay una violenta falta de solidaridad, lo único que tenemos de sobra es el “Yoismo” y la realización personal. Nos creemos vivos cuando en realidad somos unos engreídos que confiamos más en la ley de la selva que en el amor social. La falta de solidaridad es un tipo de violencia. Una sociedad que acuna a políticos que critican a políticos, a periodistas que critican, y a gente que critica a sus compatriotas, es una sociedad barra bravas sin ideales, sin identidad, sin vocación de solidaridad. Estamos divididos, acorralados por la desconfianza y la falta de responsabilidad. Este es el país de los sofismos, de todo lo que brilla no es oro, y de la “Burocracia”. Hemos sido confiscados, vivimos disfrazados de argentinos, pero por dentro somos nada más que buenos actores individualistas. Alicia conoció el país de las maravillas y nosotros estamos conociendo al país de las mentiras. Somos unos simplistas confiscados por la mediocridad, el bolsillo propio y la efímera predica moral. ¡Que ambivalencia! Si José Ingenieros viviera se reiría de nosotros a todo pulmón, o quien sabe, tal vez lloraría amargamente sobre las ruinas de un que podría ser el paraíso.
Así estamos entre resignación o la esperanza. Muchos han optado por la mentira. Este es el país de la “LOCUCRACIA”. C. W Figth Mills dijo: “Puede ser más fácil mentir que decir la verdad, pero el embustero representa la posibilidad de acabar creyendo sus propias mentiras sobre materias que hacen explosión ante su propia cara, cuando se las maneja continuamente de una manera basada en errores… En una sociedad en que gran parte del poder y del prestigio se basan en mentiras, el interés autentico por la verdad se convierte en una de las pocas posesiones de los desposeídos…” ah, me olvidaba, opto por la esperanza…

Julio C. Cháves.

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