miércoles, 27 de febrero de 2008

El capricho, una bestia impredecible


Dicen los que saben que uno se enamora cuando cree haber encontrado lo mejor para si mismo. Yo no estoy de acuerdo con este concepto porque para mi amar es dejar de ser ego. De todas formas, quiero hablar sobre las personas que creen que el amor consiste en entrar a una relación con beneficios y salir con beneficios. Creo que este tipo de amor esta plagado de caprichos. El que busca en su pareja únicamente lo mejor para si mismo es un caprichoso. Y el caprichoso no sabe lo que es el amor.
Es más, una persona caprichosa es impredecible, inconstante, volátil. El mismo término capricho nos hace advertir las características de los portadores de este vicio de la personalidad. De hecho, la etimología de capricho es muy caprichosa, puede ponernos los pelos de punta. En su libro Bardabrac, París, 2006, el teórico francés de la literatura Gérard Genette (1930) rechaza la relación con “Capra”, (cabra), un animal que da brincos imprevisibles, y sostiene que “capricho” viene de “capo”, de “capuz” (Cabeza), adjetivo que significa en italiano “rizado”. “Caporiccio” con pérdida de la O, “cabeza erizada”, sería la voz y el sentido del origen de esta palabra. El capricho es una determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o deleito en lo extravagante.
Al caprichoso le agrada que lo adulen, que le digan lo que quiere escuchar. No admite críticas. No acepta restricciones ni prohibiciones. Quiere hacer lo que le de la gana, aunque tenga que oponerse a una multitud. El caprichoso es un manipulador. Recordemos que el término manipular proviene del latín “manipulus” y significa meter las manos en las cosas del otro. Por lo tanto, el caprichoso siempre procura modificar la manera de pensar de los demás, imponiendo sus ideas. “El arte de persuadir consiste tanto en el de agradar como en el de convencer; ya que los hombres se gobiernan más por el capricho que por la razón”, dijo Blaise Pascal.
El término capricho me hace recordar una Aguafuerte que leí de Roberto Art titulada Atenti, nena, que el tiempo pasa. Art cuenta en que mientras viajaba en el tranvía carpeteaba a una jovenzuela que iba con su novio y la minita ponía cara de hacerle un favor al muchacho, permitiéndole que este vaya a su lado. “El gil que la acompañaba ensayaba todo el arte de conversación, pero al ñudo; porque la nena se hacía la interesante y miraba al espacio como si buscara algo que fuera menos zanahoria que el acompañante. Yo meditaba broncas filosóficas, cuenta Roberto Art, al tiempo que pensaba. En tanto las cuadras pasaban y el Romeo de marras venia dale que dale, conversando con la nena que me ponia nervioso de verla tan consentida. Y sobrandola, yo le decía "in mente": -Nena, no te hablare del tiempo, del concepto matemático del rantifuso tiempo que tenían Spencer, Poincare, Einstein y Proust. No te hablare, del tiempo espacio, porque sos muy burra para entenderme; pero atendé estas razones que son de hombre que ha vivido y que preferiría vender verdura a escribir: No lo desprecies al tipo que llevas al lado. No, nena; no lo desprecies. Cierto es que tu novio tiene cara de zanahoria, con esa nariz fuera de ordenanza y los "tegobitos" como los de una foca. Cierto que en cada fosa nasal puede llevar contrabando, y que tiene la mirada pitañosa como sirviente sin sueldo o babión sin destino, cierto que hay muchachos mas lindos, más simpáticos, mas ranas, mas prácticos para pulsar la vihuela de tu corazón y cualquier cosa que se le ocurra al que me lee. Cierto es. Pero el tiempo pasa, a pesar de que Spencer decía que no existía y Einstein afirme que es una realidad de la geometría euclidiana que no tiene minga que ver con las otras geometrías... Atenti, nena, que el tiempo pasa! Pasa. Y cada día merma el stock de giles. Cada día desaparece un zonzo de la circulación. Parece mentira, pero así no mas es. Atenti, nena; que el tiempo no vuelve!...No seas, entonces, baguala con el hombre, y atendelo como es debido. Medita. Hoy, todavía, lo tenés al lado; mañana podes no tenerlo. Conversalo, que es lo que menos cuesta. Pensa que a los hombres no les gustan las novias silenciosas, porque barruntan que bajo el silencio se esconde una mala pécora y una tía atimada, zorrina y broncosa.”
La descripción que hace Art de esa jovenzuela que vio en el tranvía encaja perfectamente con el prototipo de mujer caprichosa. Por supuesto que los hombres también pueden resultar caprichosos, pero es más común en las adolescentes y también, aunque en menor proporción, en las mujeres adultas. Las personas caprichosas son desconsideras, mezquinas, buscan su conveniencia, y expresan lo que piensan, aunque sus palabras lastimen los oídos de sus seres queridos. Por algo será desde el punto de la psicología el capricho es un impulso vehemente que se despeña detrás de algo que se considera prescindible o arbitrario. El capricho comienza siendo algo pequeñito, pero va creciendo como una bola de nieve. A este respecto, Abraham Lincoln dijo: “Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer a todos los que le siguen”.

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

No hay comentarios.: