sábado, 8 de septiembre de 2007

Adán era un hombre pensante



Génesis 2:19-20 dice: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo…”. Adán utilizó la razón. Era un hombre pensante. Adán se despertó psicológicamente. Fue descubriendo el mundo que emergía delante de sus ojos. E iba haciendo uso de su inteligencia. Les puso nombre a los animales. Los miraba uno por uno y decía: ‘Ése se llamará caballo’, ‘Aquel se llamará perro’, ‘Aquello se llamará paloma’, y así sucesivamente. Adán era un hombre pensante. Podía pensar lo bueno o lo malo. Dios no lo había programado como a un robot. Por eso, Jehová le dijo: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Génesis 2:16-17). El hombre podía pensar el mal y lo pensó. Eva fue la primera en pensar el mal. Adán también lo hizo. Desde entonces, las mentes de los seres humanos están corrompidas. El mal está dentro de la cabeza del hombre y todo designio de los pensamientos del corazón es de continuo solamente de hacer el mal. (Gé. 6:5).
La mente de Caín estaba contaminada por el mal y la envidia, y debido a esto, entonces, mató a Abel. Ese fue el primer asesinato de la historia. Caín fue el primer criminal. Después el mal contaminó la mente de los contemporáneos de Noé. Por cusa de la abundante maldad que imperaba en aquel entonces, Dios destruyó a la tierra con el diluvio. El único que se salvó fue Noé y su familia, porque construyeron un arca que Dios les ordenó. Sin embargo, aunque Noé al principio pensaba correctamente, después de un tiempo comenzó a pensar el mal y a embriagarse, incluso maldijo a su hijo Canaán. (Gé. 9:18-29). Y la maldad seguía su rumbo. Posteriormente los pensamientos de maldición se metieron en la cabeza de Ninrod que quiere decir rebelde, y Ninrod decidió vivir sin Dios, construyendo una torre para llegar al cielo, sin la ayuda del creador. Y ahí llegó la confusión. Y el mal siguió su rumbo. (Gé. 11).
El mal está en la mente. Por tanto, debemos corregir nuestra manera de pensar si queremos cambiar nuestra conducta. Los especialistas que estudian el comportamiento humano dicen que si una persona repite una acción por un tiempo determinado, eso se trasforma en una costumbre. Luego, esa costumbre se transforma en un patrón de pensamiento. Esto quiere decir, que a la mente podemos educarla. Nuestros pensamientos configuran lo que somos y lo que llegaremos a ser si pensamos de una manera determinada. Podemos pensar el bien o el mal. La elección es nuestra. Pensar el mal implica sufrir y hacer sufrir a los demás. Pensar el bien, fundamentado en lo que la Biblia dice implica ser feliz y hacer felices a las personas que están cerca de nosotros. Antes de pensar, debemos tener en cuenta que siempre hay dos polos o caminos opuestos. Está la luz y las tinieblas. El día y la noche. El bien y el mal. Sólo hay dos alternativas. Pensar el bien es pensar en lo que Dios dice en su palabra. Pensar el mal es pensar en lo que está en discordia con la voluntad de Dios. Alguien dijo: “Las personas parecen viejas o jóvenes, más por su modo de pensar que por su edad o energía física; pues la gente que nunca se cierra a la palabra de Dios, que nunca se jubila mentalmente, rara vez se muestra física o espiritualmente decaída”. ¡Debemos pensar el bien!

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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