lunes, 12 de marzo de 2007

La calidez de las madres.


Una madre es un rostro sublime, una caricia obacional, bondad reiterada, un corazón de verdad. Una madre es un refugio, una mujer, un ser humano, ojitos llenos de cariño, lágrimas de amor sacrificial. Una madre está en todo tiempo, siempre dulce, siempre atenta, siempre presente en el corazón de sus hijos. Una madre sufre cuando ve que sus hijos están sufriendo. Una madre es una compañera de viaje, una fuente de confidencia, un abrazo angelical. Una madre ama sin descanso, permanece de pie ante sus hijos con valentía, aunque a veces sus jóvenes hijos no la valoran. Una madre es simplemente lo que puede ser, humano, frágil, endeble, en ocasiones apocada, en ocasiones también osada. Mi madre me regalo la vida. Apenas tenia 15 años cuando quedo embarazada de mí. Podría haber pensado en abortarme. Pero gracias a Dios y a ella también, decidió darme la luz. Y sufrió muchos dolores de parto, pero aquí estoy, en el mundo. Mi madre escuchó mi primer llanto, me tuvo en sus brazos, me permitió ser humano. Estuve 9 meses sumergido en la oscuridad de su vientre, y un día sorpresivamente salí a la luz. Mis ojitos tardaron en acostumbrarse a la luz, pero hoy puedo ver, verme, verla. Nací el 7de enero de 1978. Desde entonces sé lo que es una madre. Ser plano y puro. Puro, porque es la entrega total de un corazón en aras de la procreación, y plano, porque el amor maternal es el fin buscando y realizado. El nacimiento de un hijo demuestra que los sacrificios de una madre en pos del amor, es un sacrificio heroico. Luis Alasio expresó: “El amor de los esposos se concreta y se hace figura y palabra en los hijos”.
Una madre es una mujer de carne y hueso. Cuando Adán vio a la primera mujer quedó estupefacto. Luego de su éxtasis celebró fascinado la existencia de Eva y caminó con ella entre los árboles del paraíso. Esa fue la primera caminata romántica de un hombre y una mujer. Las madres, las abuelas, las amigas, las tías, las hermanas, las solteras, son todas mujeres que nos permiten a nosotros, los hombres, vivir con alegría, impulso y dinamismo. Sin el afecto puro de las mujeres los hombres no pueden existir. Porque la mujer es el complemento idóneo del hombre. Es la mujer la que acompaña al hombre en este rudo trabajo de vivir, existir, respirar. Una mujer es un río de maternidad, cariño desinteresado, proyecto de futuro, ritmo romántico de la vida, de los sueños, de los hombres andaluces. Una mujer es la raíz de donde soy, de ahí provengo. Las mujeres merecen ser respetadas, amadas, aceptadas, comprendidas, valoradas. Las madres me inspiran respeto. El magnetismo de su sencillez me atrae. Sus miradas me comunican con la vida. Sus lágrimas me hacen sentir impotente. Cuando veo a mi madre una oleada de felicidad me invade. A veces es verdad que me peleo con ella por determinadas cosas, pero creo que esas cosas también me unen. Las madres poseen una ternura envolvente como una vivificante marea silenciosa y poéticamente reconfortante. Una madre es un beso suave para todos los hombres.
Alguien dijo que: de tal madre tal hijo. La influencia de una madre es incalculable. Porque no es una madre solo aquella que engendra un hijo, sino la que lo cría, lo educa con amor, responsabilidad, voluntad, y lo prepara para la vida. Muchos hombres se han convertido en personas importantes gracias a sus madres. Por ejemplo: Jeorge Washington tuvo una madre piadosa; el escritor Walter Scott tuvo una madre a la cual le agradaba la poesía y la música. En contraste, se cuenta que la madre de Nerón fue asesina y perversa. Las madres le dan forma al carácter de sus hijos. De tal madre tal hijo, de tal padre tal hijo. E. Ochoa dice: “Es el hogar bien constituido la escuela más sana que ha de caratular la actuación adecuada del niño en el futuro”. La madre ocupa en la vida de sus hijos un papel preponderante. El Dr. Billy Graham en su autobiografía “Tal como soy” escribió respecto a la influencia de su madre respecto y la lectura: “En el hogar, desde mis primeros años, mamá me animo en el habito de la lectura. Me fascinaban las hazañas de Robin Hood en el bosque de Sherwood. Leí toda la serie de Tom Swift, y los niños Aventureros. Entre mis lecturas favoritas estaban los libros de Tarzán, que salían cada varios meses y que costaban un dólar. Me impacientaba esperando el próximo número, y mamá siempre me los compraba. En el bosque detrás de nuestra casa, yo trataba de imitar los saltos de Tarzán en los bejucos y también su grito característico, con lo cual Catherine se divertía muchísimo. Mamá también procuró que hubiera lecturas más serias. Antes el catecismo breve de Westminster (presbiteriano). Una vez yo estaba visitando a una tía que nos ordenaba pasar algún tiempo leyendo la Biblia. En unos diez minutos, volví a donde estaba ella y le dije alardeando: “Acabo de leer todo un libro de la Biblia ”. Ella pensó que yo era un muchacho extraordinario. Yo había descubierto la Epístola de Judas, el libro más corto del Nuevo Testamento. ¡Una pagina! Mamá también me animó a leer “El libro del conocimiento”, que era una enciclopedia…”.
Una madre les da forma a sus hijos. Con sus palabras y obviamente, más con su conducta. Es una mujer que da vida a sus hijos y da su sangre gota a gota obacionalmente. R. Usandivaras dijo: “Educación es el acto de desarrollar las facultades intelectuales y morales del niño”. El conocimiento de toda persona es el implemento básico para que todo individuo pueda explorar la vida de un modo inteligente y beneficiante. Es por esto que las madres deben tutelar a sus hijos con responsabilidad, valores, paciencia, voluntad e inteligencia tanto emocional como intelectual. La influencia de la madre es muy importante, ya que sus hijos conocen bien su ejemplo y sus comportamientos, y los hijos la imitan cuando se trata de asuntos que tienen que ver con la honradez, la bondad, la templanza, lo constructivo, lo adecuado, la prudencia, la coherencia, la inteligencia, la voluntad y también la sabiduría. Proverbios 31:28 dice: “Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada”.
Finalmente quiero compartir con vos un poema del escritor Uruguayo Mario Benedetti; el poema tiene como titulo: “La madre ahora”.

“Doce años atrás
Cuando tuve que irme
Deje a mi madre junto a su ventana
Mirando la avenida

Ahora la recobro
Sólo con un bastón de diferencia
En doce años transcurrieron
Ante su ventanal algunas cosas
Desfiles y redadas
Fugas estudiantiles
Muchedumbres
Puños rabiosos
Y gases de lágrimas
Provocaciones
Tiros lejos
Festejos oficiales
Banderas clandestinas
Vivas recuperados

Después de doce años
M madre sigue en su ventana
Mirando la avenida

Acaso no la mira
Sólo repasa sus adentros

No se si reojo o de hito en hito
Sin pestañar siquiera

Paginas sepias de obsesiones
Con un padrastro que le hacia enderezar clavos y clavos
O con mi abuela la francesa
Que destilaban sertilegias
O con su hermano el insociable
Que nunca quiso trabajar

Tantos rodeos me imagino
Cuando fue jefe en una tienda
Cuando hizo ropa para niños
Y unos conejos de colores
Que todo el mundo le elogiaba

Mi hermano enfermo o yo con tifus
Mi padre bueno y derrotado
Por tres o cuatro embustes
Pero sonriente y luminoso
Cuando la fuente era de ñoquis

Ella repasa sus adentros
Ochenta y siete años de grises
Sigue pensando distraída
Y algún acento de ternura
Se le ha escapado como un hilo
Que no se encuentra con su aguja

Cómo quisiera comprenderla
Cuando le veo igual que antes
Desperdiciando la avenida.

Pero a esta altura qué otra cosa
Puedo hacer yo que divertirla
Con cuentos ciertos o inventados
Comprarle una tele nueva
O alcanzarle su bastón”.

Julio c. Cháves.

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