Nuestro vocabulario esta intimamente
vinculado con nuestros pensamientos. Debemos ser conscientes de que cada vez
que pensamos y confesamos algo estamos creando nuestro presente y nuestro
futuro. Lo que declaramos se hace realidad en nuestra vida. Si formulamos
frases negativas y las repetimos una y otra vez seguramente nos va a ir mal.
Hay gente que vive quejándose y luego también se queja de que todo le vaya mal.
Cada cosa que vivimos depende de lo que pensamos y decimos. No existe nada que
suceda por casualidad; todo lo que nos ocurre está reflejando alguna pauta de
pensamiento que albergamos en nuestra mente. En su libro Yo declaro, 31
promesas para proclamar sobre su vida, Joel Osteen dice que las palabras que decimos determinan el
modo en que vivimos. Y esto es verdad, no hay manera de mejorar nuestra
condición de vida si seguimos con la mala costumbre de pensar en problemas y catástrofes.
Nuestra vida mejorará si pensamos en lo bueno y en soluciones.
Todo lo que elegimos creer y pensar eso se
manifestará en nuestra conducta. Podemos crear un presente y un futuro lleno de
felicidad si cultivamos pensamientos de paz, armonía y agradecimiento. Dicen
los psicólogos que lo que aprendimos en los primero siete años de vida lo
repetimos incansablemente a lo largo de nuestro ciclo vital. Quizá durante
nuestros primeros años de vida hemos aprendido a pensar en negativo. Esto no es
inmutable, de hecho podemos cambiarlo. Nuestra función como adultos es cambiar
aquello negativo que hemos aprendido por hábitos positivos. Solamente con la
práctica constante de los hábitos positivos y las confesiones positivas podemos
mejorar considerablemente nuestra calidad de vida. Todo lo que nos sucede por
fuera, en nuestro entorno, nuestra familia y amistades refleja lo que nos está
ocurriendo por dentro. Nuestras creencias, pensamientos y confesiones
configuran nuestra realidad.
Algunas personas necesidad atravesar
momentos de sufrimiento para darse cuenta del valor que tienen sus
pensamientos. Si están enfermos ahí se dan cuenta del valor de su salud. A
gente fumadora les he preguntado: ¿Sabías que el cigarrillo produce cáncer? Y
la mayoría me dijeron: “Julio, de algo hay que morir”. Entonces cuando se están
muriendo por asfixia se dan cuenta que el cigarrillo hace mal, pero es
demasiado tarde. El fumador piensa erróneamente que de algo hay que morir y
definitivamente muere. No lo mata el cigarrillo, lo mata su mentalidad. Debemos
pensar en lo bueno, en lo que nos hace bien, en lo que nos hace crecer. Las
personas y todo lo que nos limita tiene que desaparecer de nuestra vida.
Consideremos a aquellas personas que buscan nuestro bien y nos hacen crecer.
Recordemos que nuestros pensamientos reflejarán nuestro porvenir.
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