viernes, 2 de abril de 2010

El rey se olvidó de la eternidad

Érase una vez un rey muy generoso y compasivo que diariamente repartía limosnas a los pobres de su reino. Un día como todos, un mendigo se le acercó para pedirle que por favor le diese una limosna. El rey le dijo al mendigo que ese día había llegado tarde y que venga al día siguiente ya que ese día se habían agotado los alimentos.

El mendigo triste por el hecho de haber llegado tarde, insistió:-¿Si vengo mañana a la hora indicada en verdad me ayudará?El famoso rey, conocido por su esplendida generosidad, le tranquilizó con las siguientes palabras:-¡Desde luego que te ayudaré! Nadie jamás ha dudado de mi generosidad desde que inicié mi reinado. Jamás he faltado a mis palabras.Entonces, luego de escuchar estas palabras de labios del rey, el mendigo se marchó, confiando plenamente en lo que el rey le dijo. Al otro día, el mendigo fue a buscar la limosna del bondadoso rey, pero sucedió algo inesperado, el rey murió a la noche de un súbito ataque al corazón y todo el reino se sumió en la tristeza. Y el mendigo dijo para si:-El rey se olvidó de la eternidad… Los seres humanos hablamos del día de mañana y del futuro como se seríamos dueños del tiempo. Pensamos que la vida no se terminará jamás porque desconocemos que la vida nos ha dado toda una vida de ventaja porque sabe que tarde o temprano nos alcanzará. La eternidad nos espera con los brazos abiertos. La muerte no discrimina a nadie. Ni el pobre, ni el rico se salvan de la muerte. Hebreos 9:27 dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después el juicio”. La muerte es inevitable. Shakespeare dijo que todo pasa de la vida y va hacia la muerte y que la vida del hombre es como un payaso que cuenta un cuento que nada significa. Desde que Adán y Eva pecaron y desobedecieron a Dios la muerte entró a la humanidad. Y desde entonces la muerte no se toma ni un día de vacaciones. La vida del hombre es como la neblina que se aparece por un periodo corto de tiempo y se disipa. El salmista dijo: “He aquí, diste a mis días termino corto”. (Salmo 39:5). Una vez escuche decir a un predicador que la vida es un recreo entre dos eternidades. El diccionario define la palabra muerte como la cesación de la vida. Pero para los cristianos la muerte no es el fin sino el comienzo de la verdadera vida en Dios. Cuando morimos lo único que queda es un cadáver, pero la esencia de la persona parte a Dios que es quien nos creo. Si creemos en Jesucristo como nuestro único y suficiente salvador no tenemos porque temerle a la muerte porque hemos pasado de muerte a vida y ya no estamos muertos en nuestros delitos y pecados sino que la sangre de Cristo nos ha limpiado, introduciéndonos en la vida eterna en Dios. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. El rey se olvidó de la eternidad. Nosotros los cristianos tenemos en cuenta la eternidad y no le tememos a la muerte porque sabemos que allí comienza la verdadera vida. Los existencialistas consideran a la muerte como el fin de todo, pero los cristianos creen que la muerte es el momento cuando nos encontraremos cara a cara con nuestro Señor, con nuestro todopoderoso Dios. Entreguémosle nuestro corazón al Señor y confiemos en él aún más allá de la muerte porque en la eternidad estaremos con él por siempre.


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