jueves, 14 de mayo de 2009

El antídoto contra la envidia

En Italia, precisamente en la pared de una capilla en Padua, cuelga una pintura de Giotto, un artista del renacimiento. La pintura representa a la envidia con largas orejas que pueden escuchar todas y cada una de las noticias respecto al éxito de otras personas. La envidia también tiene una lengua de serpiente para envenenar la reputación del envidiado. Si uno mira el cuadro detenidamente advierte que la lengua en la pintura se enrosca hacia atrás y se sitúa aguijoneándose los ojos. Giotto sabia que la envidia deja ciego al envidioso y también destruye al que experimenta este sentimiento. “La envidia es un deseo de destrucción, de odio. Las muertes, las violaciones, las estafas, los engaños, los maltratos nacen por la envidia, por ambicionar lo que el otro tiene. La envidia es una profunda bronca producida por el logro de otros. La envidia es un deseo de venganza”, escribió Bernardo Stamateas en su ensayo Gente tóxica.

La Biblia dice que la envidia y los celos eran uno de los pecados que más daño hacía a la iglesia de Corinto. Los creyentes se envidian los dones y esto había dividido a la iglesia. Todos pretendían ocupar lugares importantes y con tal de lograr algún cargo estaban dispuestos, incluso, a perjudicar a sus hermanos. Pablo les dijo que siguieran el camino del amor, arguyéndoles que el verdadero amor no tiene envidia. (1 Co. 12:31; 13:4). Lo que dijo Pablo básicamente es que una de las formas más eficaces de vencer la envidia a través del amor. El que conoce a Dios no envidia ni se compara con nadie. Ama a los demás, vive su vida y no desea lo que tiene los demás ni se fija en los logros ajenos. Lo único que le importa es superarse a sí mismo porque sabe que esto es lo que le agrada a Dios. Dios es amor y si lo conocemos practicaremos el amor. En fin, como dijo Napoleón: “La envidia es una declaración de inferioridad”.

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar