
La Biblia dice que la envidia y los celos eran uno de los pecados que más daño hacía a la iglesia de Corinto. Los creyentes se envidian los dones y esto había dividido a la iglesia. Todos pretendían ocupar lugares importantes y con tal de lograr algún cargo estaban dispuestos, incluso, a perjudicar a sus hermanos. Pablo les dijo que siguieran el camino del amor, arguyéndoles que el verdadero amor no tiene envidia. (1 Co. 12:31; 13:4). Lo que dijo Pablo básicamente es que una de las formas más eficaces de vencer la envidia a través del amor. El que conoce a Dios no envidia ni se compara con nadie. Ama a los demás, vive su vida y no desea lo que tiene los demás ni se fija en los logros ajenos. Lo único que le importa es superarse a sí mismo porque sabe que esto es lo que le agrada a Dios. Dios es amor y si lo conocemos practicaremos el amor. En fin, como dijo Napoleón: “La envidia es una declaración de inferioridad”.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar