domingo, 16 de diciembre de 2007

El preludio del mal


El término odio proviene del latín Odium y se define como antipatía o aversión hacia algo o alguien a quien se le desea el mal. Proverbios 10:12 dice: “El odio despierta rencillas, pero el amor cubrirá todas las faltas”. El odio es un sentimiento destructivo, contrario al amor. Puede pasar que el carácter rayano del odio desemboque en el morbo. Cuando aparecen las desilusiones, los engaños, las mentiras, el amor puede convertirse en odio. La enemistad, el enojo, el disgusto, la repulsión conduce al comportamiento agresivo. Aunque la mayoría de la gente dice que lo contrario al amor es el odio, otros dicen que lo contrario al amor es la indiferencia. Hay que decir que odiar es algo racional, algo que se hace deliberadamente. La gente odia a la gente cuando surgen comportamiento que atentan contra la libertad y la salud del prójimo.
El odio es un sentimiento válido como cualquier otro sentimiento humano, pero hace daño a quien lo porta y a quien es objeto de el. El odio hizo aparecer el nazismo, el comunismo, el genocidio, la esclavitud, la guerra, racismo, terrorismo, la violencia en todas sus formas. Coloquialmente empleamos la palabra “odio” para referirnos a cosas que no nos gustan. Pero en este artículo me refiero al odio como sentimiento corrosivo, aberrante, destructivo. El odio es el preludio de la violencia. Cuando los seres humanos no pueden controlar, manipular o hacer que los demàs hagan lo que ellos quieren, entonces aparece en odio en forma de maldad, cosificación. El odio es el principal motivo de destrucción en la raza humana. De hecho, el odio se ha convertido en algo orgánico, vivo, que es contraproducente y que se auto-perpetúa en la civilización humana.
El odio conspira, murmura, hecha leña al fuego, siembra cizaña, inflama con furor las mentes, y siembra carbones encendidos de malas intenciones. A veces pasa inadvertido, pero esta presente y penetra hasta las entrañas. Sus golosinas de veneno se zambullen en los estómagos de los rencorosos y malvados, abomina los cuerpos y pudre el corazón. El odio aunque disimula su maldad, se súbito se hace evidente, cruel, déspota. “El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás”, dijo Plutarco.

Julio césar cháves
juliogenial@hotmail.com

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