martes, 2 de octubre de 2007

Una familia feliz



El apóstol Pablo dijo que el amor nunca deja de ser. El amor todo lo puede. Una familia feliz es aquella que esta empapada de amor. Muchos matrimonios se rompen a causa del egoísmo y la falta de amor. Un predicador dijo que “el amor es la fuerza cohesiva que mantiene a la familia unida. Significa lealtad, reverencia y comprensión. El amor impone tremendas responsabilidades a todos los miembros de la familia, pero son responsabilidades acompañadas de gloriosas recompensas”. Muchas personas ingresan al matrimonio con la idea de que van a vivir una eterna luna de miel, piensan erróneamente que todo será alegría, placer, felicidad. Entonces, con este concepto simplista del amor conyugal, muchos fracasan y se desalientan ante el primer problema debido a que idealizaron erróneamente el concepto del matrimonio. Lo cierto que la Biblia dice que los conyugues están obligados a amarse en las buenas y en las malas. Efesios 4:26 dice: “Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo…”. Cuando el sacerdote o el pastor pronuncian los votos a los novios les pregunta si prometen amarse en todas las circunstancias. Segunda de Samuel 7:29 dice: “Con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre”.
De la misma forma que los seres humanos no sobreviven sin agua, las familias no sobreviven sin Dios. Cuando Dios gobierna los corazones de los conyugues, estos practican el amor, la abnegación, la tolerancia, el respeto, el altruismo, dejando de lado la mezquindad, el egoísmo, el sarcasmo, el desprecio, la pereza y todo tipo de defectos que degradan, desgastan, menoscaban la pareja, condenándola a la ruina y la derrota. Dios instituyo a la familia como la columna vertebral de la sociedad. Por lo tanto, si la familia funciona mal, toda la sociedad es afectada, corroída, erosionada. Dios siempre debe ser el centro de gravedad de la familia. Así, con esfuerzo espiritual, con lectura de la palabra de Dios, con oración, trabajo, dedicación y sobre todas las cosas, amor, se puede construir una familia feliz. Cuando Dios es el centro de atención de la familia pueden venir enfermedades, necesidades, peleas, discusiones, pero Dios fortalecerá a la pareja, constituyendo un matrimonio estable, duradero, fuerte, sólido en Dios. Entonces, como consecuencia de poner de Dios en primer lugar, el matrimonio irá mejorando de año en año, se limarán asperezas, se dejarán de lado las diferencias, se solucionaran malentendidos, se hablará la verdad, porque el amor todo lo puede. Así, si el matrimonio funciona con Dios en el centro de atención, los conyugues podrán decir: “…yo y mi casa serviremos a Jehová”. (Josué 24:15).

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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