Los cristianos tenemos muchos enemigos que atentan contra nuestra vida cristiana. Básicamente los tres enemigos del cristiano son: La carne, el mundo y el diablo. Estos tres enemigos asechan nuestros incautos pies. Nuestra carne, que es nuestra vieja naturaleza, tiende hacia el vicio y el pecado. El mundo que vive sin Dios nos quiere hacer creer que se puede vivir sin comunión con Dios. Y el diablo quiere destruirnos, robarnos, matarnos, alejarnos de nuestro creador. La vida cristiana es una lucha, una batalla y es riesgosa. El hecho, en definitiva, es que los cristianos en nuestra vida diaria notamos que hay muchas cosas que nos inducen a que vivamos independientemente de Dios y esto nos ocasiona caídas, tropiezos, tristezas y de esta forma perdemos la paz.
Ahora bien, aunque muchas veces pecamos y nos sentimos mal por ello, hay una promesa que nos da esperanza. Esta promesa dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. (1 Juan 2:1). Lo ideal sería que seamos perfectos, que no pequemos jamás, que no caigamos jamás, pero lo cierto es que caemos, que pecamos, que muchas veces le fallamos a Dios. Asimismo, tenemos nuestro Abogado, Jesús, que intercede por nosotros delante de Dios y nos limpia con su sangre. Siempre que pecamos, no estoy hablando del que peca deliberadamente, podemos recurrir a Jesús y por intermedio de la oración, confesando nuestros pecados, hallamos perdón a través de la sangre de Cristo. Y Jesús, que siempre es fiel, cumple su promesa en nuestras vidas: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9).
Ahora, pregunto: ¿Existe alguna manera de de triunfar sobre la carne, el mundo y el diablo? La respuesta se encuentra en el Padre Nuestro, donde Jesús nos enseñó a orar: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. (Mateo 6:13). Siempre necesitamos que Dios nos guarde del mal. Necesitamos que Dios nos cubra con sus alas. Siempre necesitamos que él sea nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Él es nuestra esperanza en el la aflicción. Él nos guarda del mal que asecha contra nuestras vidas. El apóstol Pablo escribió: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Corintios 15:57).
En su libro Cuando Dios susurra tu nombre, Max Lucado dice que Dios nos llama por nuestros nombres. Dice este autor cristiano que el suave susurro de Dios puede borrar nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros temores, nuestras tristezas, nuestro hastío, nuestra desesperanza. Dios susurra nuestro nombre. Cuando leí este libro sentí que Dios esta con cada uno de los cristianos, él sabe nuestros nombres. Para él no somos una abeja más, no somos un hijo de Dios más entre muchos, Dios se preocupa de nosotros e interviene en nuestras vidas en nuestro favor. Jesús es nuestro Abogado y conoce nuestro nombre. En Cristo somos más que vencedores. Es menester que todos los días nos acerquemos a nuestro Abogado en oración y le pidamos perdón y protección, porque él cuida de nosotros. Jamás nos deja solos. Cristo es una realidad en nuestras vidas. Los cristianos vivimos para él. Él es nuestro salvador. El pastor conoce a sus ovejas. Jesús es nuestro pastor y conoce nuestros nombres…
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
Ahora bien, aunque muchas veces pecamos y nos sentimos mal por ello, hay una promesa que nos da esperanza. Esta promesa dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. (1 Juan 2:1). Lo ideal sería que seamos perfectos, que no pequemos jamás, que no caigamos jamás, pero lo cierto es que caemos, que pecamos, que muchas veces le fallamos a Dios. Asimismo, tenemos nuestro Abogado, Jesús, que intercede por nosotros delante de Dios y nos limpia con su sangre. Siempre que pecamos, no estoy hablando del que peca deliberadamente, podemos recurrir a Jesús y por intermedio de la oración, confesando nuestros pecados, hallamos perdón a través de la sangre de Cristo. Y Jesús, que siempre es fiel, cumple su promesa en nuestras vidas: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9).
Ahora, pregunto: ¿Existe alguna manera de de triunfar sobre la carne, el mundo y el diablo? La respuesta se encuentra en el Padre Nuestro, donde Jesús nos enseñó a orar: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. (Mateo 6:13). Siempre necesitamos que Dios nos guarde del mal. Necesitamos que Dios nos cubra con sus alas. Siempre necesitamos que él sea nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Él es nuestra esperanza en el la aflicción. Él nos guarda del mal que asecha contra nuestras vidas. El apóstol Pablo escribió: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Corintios 15:57).
En su libro Cuando Dios susurra tu nombre, Max Lucado dice que Dios nos llama por nuestros nombres. Dice este autor cristiano que el suave susurro de Dios puede borrar nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros temores, nuestras tristezas, nuestro hastío, nuestra desesperanza. Dios susurra nuestro nombre. Cuando leí este libro sentí que Dios esta con cada uno de los cristianos, él sabe nuestros nombres. Para él no somos una abeja más, no somos un hijo de Dios más entre muchos, Dios se preocupa de nosotros e interviene en nuestras vidas en nuestro favor. Jesús es nuestro Abogado y conoce nuestro nombre. En Cristo somos más que vencedores. Es menester que todos los días nos acerquemos a nuestro Abogado en oración y le pidamos perdón y protección, porque él cuida de nosotros. Jamás nos deja solos. Cristo es una realidad en nuestras vidas. Los cristianos vivimos para él. Él es nuestro salvador. El pastor conoce a sus ovejas. Jesús es nuestro pastor y conoce nuestros nombres…
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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