miércoles, 14 de marzo de 2007

Un océano de etiquetas.

Un día dos vagos penetraron en un almacén en una gran ciudad. Entraron sin problemas, permaneciendo en ella lo suficiente para hacer lo que se habían propuesto, y escaparon sin ser vistos. Lo que es inusual respecto a esta historia es lo que estos tipos hicieron. No robaron nada, absolutamente nada. Ningún artículo fue removido. Pero lo que ellos hicieron fue peor aún. En vez de robar, cambiaron el valor de todas las cosas. Las etiquetas con los precios fueron arrancadas. Los valores fueron cambiados. Estos hábiles malhechores quitaron la etiqueta de $ 395 de una cámara fotográfica y pegaron en ella una etiqueta de $ 5 de una caja de papelería. La etiqueta de 5.95 de un libro de tapa rustica fue removida y colocada en un motor fuera de borda. ¡Ellos revaloraron todas las cosas de la tienda!
¿Locos? Usted lo apostaría. Pero la parte más loca de esta historia tuvo lugar la mañana siguiente (usted no lo va a creer). La tiendo abrió como de costumbre. Los empleados asistieron. Los clientes comenzaron a comprar. El lugar funcionó como de costumbre por 4 horas antes de que alguien notara lo que había sucedido. ¡Cuatro horas! Algunas personas consiguieron grandes baratillas. Otros fueron estafados. ¿Difícil de creer? No debería serlo; vemos suceder algo parecido todos los días. Estamos dominados por un distorsionado sistema de valores. Vemos las cosas más valiosas e nuestras vidas vendidas por centavos y los artículos más baratos costando millones”. Esta historia la cuenta Max Lucado en su libro “Con razón lo llaman el salvador”.
Hoy día aparentemente cada individuo es dueño de su vida. Pero esto es mentira, pues son muy pocos los individuos que no son manipulados por los medios de comunicación. Actualmente estamos inmersos en un océano de etiquetas. Por lo visto, la nuestra es una sociedad desconformista, totalitaria, que no puede estar sino le pone etiquetas a todos, a todo. Las personas se ponen etiquetas de diversos modos, formas. Las etiquetas asoman sus cabecillas por doquier. Etiquetas en lo político, en lo deportivo, en lo cultural, en el amor, etc.… Las personas de nuestra urbe ponen etiquetas sin pensar en las consecuencias; ignoran el efecto consecuente de las mismas, aíslan, corrompen, estrujan, nos apresan, nos ahogan y obstaculizan nuestro crecimiento como personas. Las etiquetas sobre las personas surten un efecto degradante, hostigante, blasfemo. Francis Bacon dijo: “Los hombres deberán saber que en el teatro de la vida humana sólo Dios y los ángeles pueden ser espectadores”.
Debemos amar sin etiquetas, pues las etiquetas son amigas esclavizantes. Las etiquetas dañan nuestra relación con los demás. Impiden que conozcamos el verdadero amor.. Las etiquetas son cadenas intangibles, son letales como el cianuro. ¡Tengamos cuidado! No ignoremos que las personas han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. No seamos utilitaristas. Utilicemos a las cosas que no tienen alma ni corazón. Pongamos etiquetas a las cosas. A Dios le ofenden las etiquetas. Respetemos nuestra dignidad. No claudiquemos contra nosotros, ni contra nadie. Vivamos nutridos de amor y no claudiquemos contra nosotros, ni contra nadie. Vivamos nutridos de amor y no manipulemos a nadie. No cosifiquemos. Practiquemos el amor altruista, el amor solidario, el amor social. Juan 3:18 dice: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Separemos lo importante de lo accesorio. No nos dejemos colonizar por conceptos narcisistas que promueven el autoritarismo, el individualismo y la vanidad. La mascara no es le rostro. Tengamos cuidado con el raquitismo endémico que caracteriza a la sociedad actual y dejemos de lado la etiquetas. Terencio reflexionó: “Exceso en nada… ésta norma la considero de mayor utilidad en la vida”.
Julio C. Cháves.

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