viernes, 2 de marzo de 2007

Mejores son dos que uno.




John Donne dijo: “Ningún hombre es una isla; completo en si mismo”. Los seres humanos somos seres sociales y nadie, absolutamente nadie, puede prescindir de los demás. Todos entablamos relaciones interpersonales, a través de las cuales, compartimos formas de pensar, sentir y actuar. El afecto afecta. Convivimos en un mundo de influencias. Dios nos creo con una necesidad básica de amor y empatía. Nos necesitan y necesitamos. Toda persona tiene algo que dar y algo que recibir. Cuando entendemos que Dios nos hizo seres sociales y no islas, buscamos la compañía de otros cristianos porque sabemos que “mejores son dos que uno, porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. (Eclesiastés 4:9,10). Los soberbios, egoístas, autosuficientes, e individualistas, generalmente son cristianos solitarios ya que la búsqueda de la propia conveniencia repele la compañía de otros cristianos. Es decir, la búsqueda individualista de la satisfacción personal, apartándonos de otros cristianos, es una práctica egoísta. Si una persona piensa únicamente en si misma, es competitiva y se cree inigualable, estamos ante una persona que tiene una “autoestima” demasiado elevada, soberbia, y que no reconoce que Dios es quien le ha dado las capacidades y dones que lo caracterizan. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que esta entre vosotros, que no tenga más alto concepto de si que el que debe tener, sino que piense de si con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. (Romanos 12:3).
La comunión con otros cristianos fortalece nuestra fe. Ser solidarios, hospitalarios y serviciales, constituye una fuente de buenas relaciones interpersonales. En vez de pensar que pueden hacer los otros por uno, debemos pensar que podemos hacer nosotros por los demás. Percibir, alentar, elogiar, aconsejar, dar, considerar, acercarse, es imprescindible si deseamos que otros cristianos se acerquen a nosotros. Nadie desea estar cerca de uno egoísta. Nadie desea estar cerca de alguien que únicamente piensa en si mismo. Dios es amor y si amamos, andamos en la luz de Dios. Una vez que nos libramos del orgullo, la soberbia, la autosuficiencia, entonces hemos entendido que mejores son dos que uno. La vida esta hecha para dar. El amor no debe ser fingido sino espontáneo, sincero, honesto. No importa si el otro se muestra reticente, de todas formas debemos buscar su bien. Mientras algunos compiten, se comparan y buscan superar a otros, los cristianos debemos movernos con amor, altruista, solidaridad, ya que somos una comunidad de hermanos. Pueden surgir malentendidos, contrariedades y antagonismos, pero la fuerza del amor puede lidiar con todos estos frutos de la carne. La idea es muy simple, si deseas estar acompañado y que los demás te quieran, empieza por mostrar cariño. Trabajemos en equipo. Cooperemos. Porque, ¿de que sirve hablar todas las lenguas, profetizar, saber toda la ciencia, tener toda la fe, conocer las respuestas a todos los misterios y dilemas, sino no tenemos amor. ¡El amor todo lo puede! (1 Corintios 13).

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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