En su ensayo El cochero, obra escrita por el Dr. Jorge Bucay y el Dr. Marcos Aguinis, se cuenta: “…hemos mezclado dos cosas que la filosofía nos enseño a separar: la ética y la estética. Hemos confundido lo que significa cuidar la vida con cuidar la estética, estar sanos con estar lindos, amar con seducir, y en medio de esta confusión nos hemos perdido y tomado el camino equivocado: creer que uno tiene un cuerpo. Yo creo que uno no tiene un cuerpo sino que es un cuerpo. Somos una mezcla de pensamientos, espíritu, recuerdos, historia, sentimientos, cuerpo. Somos esto, no tenemos esto. Porque cuando decimos que tenemos un cuerpo, lo estamos poniendo fuera de nosotros, estamos enajenándonos, descentrándonos, estamos creyendo que el cuerpo es algo que esta afuera y que hay que modelar, acomodar, mejorar, solucionar, como si no fuéramos nosotros mismos”.
Esta obsesión por el cuerpo, esta elevación del afuera a la categoría de liberación es una compensación absurda que abarca a todas las clases sociales, pero principalmente a aquellos individuos alienados que se desprecian a si mismos. Aunque los dueños de cuerpos de plástico piensan erráticamente que pueden escapar de la muerte, la parca esta muy tranquila porque sabe que tarde o temprano, cuando ella quiera en realidad ya que nadie tiene la vida comprada, les puede arrebatar la vida. Los músculos quizá sean señal de fortaleza y vigor, pero el paso del tiempo termina por destruir la belleza. Pero si nos fijamos por debajo de la superficie y buceamos en la profundidad de la reflexión podemos darnos cuenta que en realidad la política del cuerpo como fetiche es esclavitud, autoengaño. Los que buscan significado y valoración en el cuerpo como mero objeto creen en realidad, gracias a la publicidad en los medios de comunicación, que el cuerpo es un producto que se puede vender y lo venden. Tenemos como ejemplo a las vedettes que venden sus cuerpos y lo exhiben ante miles de personas vendiéndose. La búsqueda obsesiva de la belleza por sobre todas las cosas cosifica a las personas y las convierte en cualquier cosa, menos en seres humanos con valor propio. Por fuera esta todo bien pero por dentro abunda el tedio, el vacío, la falta de sentido y el cualquierismo. Las apariencias engañan y todo lo que brilla no es oro. La realidad es que la piel es apariencia y lo realmente importante es el adentro.
En este marco, el Dr. Jorge Bucay y el Dr. Marcos Aguinis, nos siguen diciendo: “Les propongo no apoyarnos en los valores estéticos y menos en una estética regida por patrones que no estamos eligiendo, una estética que nos condiciona cruelmente, que dice que si no sos casi anoréxico, si no tenés menos de 30, si no tenés cierta altura y si no te entra el talle 34…no existís, no valés, o no podés. Es hora de deshacernos de la historia facilista de los resultados inmediatos, para pensar que el cuerpo tiene que acompañarnos en algo fundamental: nuestro desarrollo como seres humanos. No estoy en contra de los cuidados estéticos, estoy en contra de vivir por y para ellos. Me parece que ser admirado por el cuerpo que tengo es como poner el acento en el envase de las sardinas en vez de fijarse si están podridas”.
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