jueves, 24 de junio de 2010

Los creyentes megalómanos

Ante todo quiero definir que el término megalomanía se refiere a un estado psicopatológico caracterizado por delirios de riqueza, poder, u omnipotencia. Este término se asocia a los delirios de grandeza y deriva de dos palabras "manía" que significa locura y de "megalo" que significa una obsesión con grandiosidad y extravagancia. Entonces, el creyente megalómano es aquel que gravita en torno a los pensamientos delirantes. Dice que Dios lo hará exitoso, pero no trabaja ni lee la Biblia. Dice que ora todo el día, pero no hace nada por estar mejor. Dice que va a ganar la ciudad, las naciones para Cristo, pero no le habla a nadie del Señor. Este prototipo de creyente jamás esta satisfecho, vive obsesionado con la prosperidad, cree que Dios es el genio de una lámpara que concede caprichos, peticiones delirantes. Los creyentes debemos tener en cuenta que el reino del Señor no es como los reinos de este mundo.Hay líderes que son víctimas de la megalomanía y conducen a sus ovejas al camino del existimo, la ambición desmedida, la codicia, la vanagloria, la estupidez. Se consideran mega-ministros y dicen desde el púlpito que van a ganar las naciones para Cristo y la Biblia dice que muchos son los llamados y poco los escogidos y además omiten el hecho de que el mundo esta bajo el maligno.

Los mega-pastores, mega-líderes, mega-predicadores que se valen de sermones megalómanos para comunicar les un mensaje de “me-fe” a sus seguidores apelan al ego de la gente, apelan a la carne, a la soberbia, a la comparación, la envidia, a los deseos de grandeza, al simplismo, el facilismo, la adulación, la demagogia. Además, llaman a los creyentes líderes cuando la palabra dice que debemos ser discípulos de Cristo y la realidad es que ser líder es un ministerio y no todos están preparados para ello. La realidad es que el espíritu de megalomanía ha frustrado a mucha gente porque les ha presentado un evangelio de regalos, de prosperidad ilimitada, de conquistas utópicas, de objetivos inalcanzables, de absoluta felicidad, cuando en realidad los creyentes vamos a pasar por tribulaciones, angustias, necesidades, porque Cristo dijo que en el mundo tendríamos aflicción, pero que confiemos en él porque él venció al mundo. Los cristianos vamos a llegar al cielo por el camino angosto y no por el ancho. Claro que Dios esta con nosotros, pero él jamás prometió que concedería todos nuestros caprichos ni haría realidad nuestros delirantes sueños de grandeza.


Primera de Juan 2:15,16 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.Los creyentes no debemos ser ingenuos, simplistas y creer cualquier cosa. Debemos pensar. Todos los predicadores que prediquen fórmulas para alcanzar el éxito son unos mentirosos, porque lo único que trae gozo y dicha a la vida es hacer la voluntad de Dios. Muchos personajes bíblicos, como Job, lo perdieron todo y eso no significo que Dios no estaba con ellos. Dios no esta únicamente con el predicador que tiene una mega-iglesia o un yace o un jet privado, Dios también esta con el misionero que les predica a los africanos o el pastor que lidera una pequeña congregación en un pequeño pueblo. De hecho, cuando vino el Espíritu Santo en el día de Pentecostés eran apenas 120 personas. Por supuesto que Dios desea que crezcamos, que tengamos para comer, que calcemos buenas zapatillas y disfrutemos de la vida, pero cuando nos falten cosas no quiere decir que Dios no esta o no tiene tiempo para nosotros. Si Dios te bendice y te sobra la guita dale gloria a Dios, pero si te falta también dale gloria a Dios. No seamos relativistas con Dios. No seamos creyentes delirantes. No hablemos de ganar las naciones para Cristo si todavía no podemos ganar al compañero de trabajo ni los vecinos. Empecemos por poco, seamos fieles y Dios nos dará lo mucho. Dios siempre nos dará lo que es bueno para nosotros. Él jamás nos confiará un éxito para el cual no estamos preparados. El protagonista es Dios. Para alcanzar el éxito no hace falta que tengamos mega-iglesias ni tengamos trajes de todos colores, Cristo ya consiguió la victoria y nosotros lo único que tenemos que hacer es predicar la palabra, trabajar, ser buenos ciudadanos, ayudar a nuestros semejantes en la medida que podamos y por sobre todas las cosas ser de bendición para nuestras familias. Digo esto porque muchos hablan de conquistar a las naciones y ni siquiera tratan bien a su familia. No seamos como un pastor necio que pretendía tener más ovejas y subestimaba, desestimaba y descalificaba a las que ya tenía. Dios bendice a los que son de bendición. Si valoras lo que ya tenés Dios te dará más.


Huyamos de la megalomanía. No caigamos en la tentación de la opulencia delirante, de las ansias de poder. La gran comisión dice que debemos salir afuera de la iglesia y predicar la palabra a los incrédulos, no dice que vamos a ser prosperados hasta reventar de gordos, ni que vamos a tener un reloj rolex para poder hablar de prosperidad ni que vamos a tener tanta guita que vamos regalarla a los pobres. Hace poco leí en Internet que algunos pastores van a predicar del amor de Dios a Haití en jet privado. En Guatemala se construyó un mega-templo que costo 30 millones de dólares, donde más del 50% de la población del país vive por debajo del nivel de pobreza e indigencia. ¡Eso es megalomanía! Antaño se criticaba a la Iglesia católica por el tema de la opulencia y los protestantes van en busca de lo mismo. Recordemos que Jesús nos advirtió respecto que en los postreros días aparecería falsos profeta, falsos ungidos, falsos cristos, los cuales harían muchos prodigios y milagros y engañarían a muchos deliberadamente. “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”, dice segunda de Corintios 11: 13-15.


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