miércoles, 14 de marzo de 2007

la sociedad que no es autentica.

Autenticidad etimológicamente quiere decir: calidad de fidedigno, real, verdadero. Autentico etimológicamente proviene del griego “auténticos” y quiere decir: Dijese de lo que tiene autenticidad, cierto, positivo. Hoy la sociedad no es autentica, pues está dominada por las modas, estrellas del espectáculo, futbolistas, cantantes. La sociedad busca autentificarse pero lo que hace de mal modo. La cultura ha sido dejada de lado. La estupidez sobra, sobran las falsedades, los egoísmos, y los niños con hambre. Lo espiritual no importa. Por fuera hay mucho lujo, pero por dentro nada, sólo hipocresía, vanidad, presunción de onda. Los hombres viven sin sentido, sin coordenadas, sin saber hacia donde van. Así vivimos. Entre espejismos, vanilocuencia, vaniloquios. Todo es vanidad, diría Salomón si sería contemporáneo nuestro.
Así están creciendo los jóvenes. Entre mentirosos, sofistas, escépticos, nihilistas, y hombres descreídos del amor a Dios y del amor al prójimo. En resumen: la nuestra es una sociedad alienadora que propende hacia el relativismo, el hedonismo, el materialismo, y la permisividad. Kart Manheim: dijo: “Ninguna época anterior tuvo la convicción de la nuestra, a saber: que no tenemos ninguna verdad. Todas las épocas anteriores a la nuestra, incluso las escépticas, han tenido sus verdades”.
Ahora, yo me pregunto: ¿Cuáles son las verdaderas inmutables en las que podemos confiar? Yo creo que hay una única respuesta: En las verdades de la Biblia. La Biblia es la verdad, el Dios judeocristiano es la verdad. Jesús, quien murió en la cruz para redimirnos, es la verdad. La sociedad no es auténtica, pero Dios si lo es. Y nosotros, si confiamos en Dios, en su poder, y en su verdad, también podemos serlo. Auténticos. De eso estoy hablando. Dios puede y quiere autentificarnos. Isaías 1:18-19 nos cuenta: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueran rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Debemos estar a cuenta con Dios. Eso es autenticidad. Cristo murió en la cruz para redimirnos. Cuando nosotros aceptamos el sacrificio y la salvación que Dios nos ofrece a través de su Hijo, permitimos que Dios autentifique nuestras vidas en torno a su divina voluntad. Dios es la verdad. La vida interior es lo que importa. Estar bien con Dios es lo más importante de la vida; pues Dios es el único que nos puede dar sentido para vivir de un modo dichoso y constructivo hacia nosotros mismos, en primer termino y en segundo termino, hacia los demás. Dios nos quiere ayudar a trabajar la vida, lo que somos. Por eso, debemos alimentar nuestras mentes con el alimento que Dios nos ha provisto que es su palabra. Josué 1:8 nos advierte: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, todo te saldrá bien”.
La sociedad de hoy es una sociedad superficial, alienadora, que propugna la ley del mínimo esfuerzo y la ley de la máxima comodidad, y que propugna, además, entre otras cosas, estupidez, el individualismo, el narcisismo, y la belleza de la piel, de lo de afuera, pero deja de lado el corazón, lo de adentro, lo importante, lo de a largo plazo, lo que cuesta esfuerzo, disciplina, trabajo intelectual y físico. Autenticidad es vivir en positiva relación con Dios, con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Esta es la mejor manera en que los jóvenes crezcamos, maduremos, nos enriquezcamos interiormente, vivifiquemos nuestro corazón, nuestra alma, nuestro espíritu, lo que importa realmente en la vida. Edison pensó: “La frase: Debo hacer algo, resuelve más problemas que la frase: Hay que hacer algo”.
Julio Cháves.

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