martes, 18 de diciembre de 2007

Dos contadores de historias

En el film El gran pez, del genial director Tim Burton, se cuenta la historia de Edward, un hombre querido por todos, quien siempre tiene una historia a mano que supera todos los límites de la realidad. Toda la vida de Edward parece haber transcurrido en una dimensión paralela a la nuestra, algo que acepta sin problemas su esposa, pero que no entra en la cabeza de su hijo, un periodista que no aguanta la tendencia de su progenitor a inflar acontecimiento de su vida para llamar la atención, lo que lo ha llevado a enemistarse con él. Sin embargo, cuando la salud de Edward sufre una grave recaída, el hijo vuelve al hogar no sólo para acompañarlo en sus últimas horas, sino también para averiguar la verdad, toda la verdad sobre las historias que cuenta su padre. Esta curiosidad del hijo permite que los espectadores podemos saber como fue la vida de Bloom, que incluye variados momentos, momentos insólitos, alegres, tristes, románticos, melancólicos, apasionantes, aterradores y por supuesto, momentos fantásticos. Los capítulos de la biografía de Bloom desbordan de imaginación y fantasía.
El gran pez es una película inteligente que nos permite reflexionar sobre el arte de la narración oral y sus consecuencias en la transformación del relato, activando en los cinéfilos una evocación por las historias transmitidas por los padres en las que la memoria lo expande y enriquece todo. Esta película también me hacer recordar a un contador de historias llamado Jesús. Las historias que contaba Edward transmitían paz y felicidad a quienes lo oían, pero las historias, las parábolas y relatos que Jesús contaba no solo entretenían sino que también transmitían salvación y gozo celestial. Muchos son como el hijo de Edward que no creen en las historias que cuenta el padre. No creen en las historias que cuenta Jesús, pero si le ponen atención van a ver que las historias de Jesús, al igual que las historias de Bloom, están colmadas de fantasía, desbordante imaginación y grandeza literaria.
Lo que le pasa al hijo de Edward Bloom es que tiene su forma de pensar. Cuando era chico había escuchado las historias y seguramente las habrá escuchado una y otra vez, pero cuando dejó ser niño, entonces comenzó a desconfiar de las historias de su padre. Ciertamente cuando la infancia termina los cuestionamientos hacia los adultos se modifican y surgen las inevitables preguntas. Los padres dejan de ser la única referencia y entran en el escenario de la vida otros referentes. Es ahí, bajo la influencia del mundo, la sociedad, y la gente, donde empezamos a tener nuestras propias opiniones sobre la sociedad, el mundo, el universo. Alguien dijo que el cuestionamiento forma parte de la búsqueda del entendimiento definitivo. Y esto es lo que busca el hijo de Bloom, busca el entendimiento definitivo. Y lo mismo buscamos nosotros al cuestionar a Jesús, un hombre querido por todos, un contador de historias. El gran pez es un film que he visto muchas veces y que me gustó y gusta mucho. Me encanta escuchar a Edward Bloom narrar sus historias. Me gusta escucharlo porque sus historias me llenan de esperanza y le dan sentido a mi vida. Además, me gusta escuchar a Jesús porque sus narraciones me llenan de esperanza, gozo, le dan un propósito a mi vida y me conducen a la salvación eterna. Finalmente en su libro Sobre el Yunque, el genial Max Lucado, escribió: “De esto se trata la buena comunicación. Jesús era un maestro que nunca dio por sentado que algo había sido transmitido, sólo por el hecho de haber sido expresado. El hizo uso de una creatividad sin límites: ilustraciones, parábolas, preguntas, pruebas, estudios y más. Tomás de Aquino dijo: “El maestro común hace que los alumnos vengan hacia donde él se encuentra. El buen maestro va adonde está el alumno, lo toma y lo conduce adonde quiere que llegue”.
Julio césar cháves juliogenial@hotmail.com

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