sábado, 1 de diciembre de 2012

Un dios de papel...

¿Qué es el dinero? ¿Es bueno? ¿Es malo? El dinero no es bueno ni malo. En realidad es una espada de doble dijo. Podemos usarlo bien o mal. Podemos usarlo para comprar bienes y servicios. Si queremos transitar esta vida necesitamos dinero. Si queremos comer, vestirnos, o comprar cualquier cosa, es imprescindible conseguir dinero. ¿Cómo lo conseguimos? Trabajando, estudiando, pensando, sirviendo a otros. De una u otra manera, todos somos empleados unos de otros. Un médico dijo alguna vez que todos somos pacientes. Y es cierto, nadie es una isla completa en sí mismo. Si tenemos un dólar somos tan importantes como el que tiene millones de dólares. La diferencia radica en que el millonario puede comprar muchas cosas que nosotros no podemos.
   De todos modos, hay muchas cosas que nadie puede comprar, por ejemplo, nadie puede comprar la inmortalidad. Hace poco leí en la revista Forbes, que el hombre más rico del mundo tiene una fortuna de 66.000 millones de dólares. Este hombre puede comprar casi cualquier cosa. Sin embargo, su esposa murió de cáncer muy joven. La verdad es que Mefistófeles siempre engaña a Fausto. Cuando pensamos tenerlo todo nos damos cuenta de que nos falta algo. Ahora, pregunto: Si el dinero no puede comprarlo todo, ¿Por qué le damos tanta importancia? Nos aferramos a él con tenacidad y sin embargo, su valor es tan incierto. No digo que este mal tener dinero, lo que digo es que no podemos llevarlo al otro mundo. Es más, con frecuencia muchos por el afán de conseguirlo se van al otro mundo desnudos como vinieron. El corazón del ser humano esta más cerca de su billetera que de cualquier otra cosa. En los últimos veinte años la humanidad ha gastado más en cosas superfluas y en lujos que en la caridad o la religión. La juventud esta edificando su futuro sobre el materialismo. Se percibe en la calle un descontento económico sin precedentes. La mayoría de la gente quiere tener más y más. Adolf Berle en su estudio sobre el poder arguye que las riquezas con frecuencia tornan en seres solitarios y fóbicos a quienes las poseen. Cuando el dios de papel gobierna el corazón nada ni nadie satisface al ser humano. Si de veraz nos interesa ser felices es necesario entender que somos meros administradores. Por supuesto, que necesitamos dinero, metas, sueños, bienes y servicios, pero también necesitamos ser conscientes de nuestras limitaciones. Un dios que puede consumirlo el fuego no es un verdadero dios. El verdadero Dios esta arriba, en el cielo y desde allí, nos mira y creo que nos dice: “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?”. (Eclesiastés 1:3). Julio césar cháves juliochaves.blogspot.com

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