domingo, 7 de marzo de 2010

Elogio de la lentitud

En su ensayo Elogio de la lentitud, el periodista canadiense, radicado en Londres, Carl Honoré, dice: “…podemos cambiar el mandato cultural y podemos vivir a un ritmo más humano que nos permita disfrutar de los afectos, podemos disfrutar de los momentos de silencio para encontrarnos con nosotros mismos y conocernos mejor. Creo que el primer paso es tomar conciencia, darse cuenta. Después hay que desacelerar la vida diaria, elegir lo importante, cambiar el ritmo en todo lo que hacemos. Es necesario recordar que en los aparatos modernos hay un botón que dice off, sería bueno apretarlo de tanto en tanto”.

Tomar conciencia del paso del tiempo es fundamental si queremos disfrutar de la lentitud. Darles importancia a las cosas esenciales es necesario para poder dejar en segundo lugar las cosas accesorias. Los días pasan volando y se nos va la vida como agua entre los dedos. Andamos tan rápido que nos olvidamos de relajarnos y descansar. Estamos cansados de correr pero seguimos brincando de lugar en lugar y la ansiedad nos carcome.
“En la novela Futility de Morgan Roberson, escrita en 1898, se cuenta la historia de un astillero británico donde se construye el trasatlántico más veloz del mundo, una nave prácticamente insumergible, capaz de navegar a vertiginosa velocidad en cualquier clima. Pero en su viaje inaugural choca con otro barco y lo parte por la mitad. Un testigo del accidente censura la destrucción sin sentido de vidas de personas por amor a la velocidad. El nombre del barco era titán. Catorce años más tarde, el Titanic, una nave de características parecidas, chocó con un iceberg y provocó la muerte de más de 1500 personas”. ¡La velocidad los condujo a la muerte y la desgracia”.
Correr da la sensación de que estamos viviendo. Pero de este modo no disfrutamos de nada ni de nadie. En realidad estamos viviendo una vida sin sentido, perdiéndonos de las cosas sencillas que son las que tienen verdadera importancia. Nos olvidamos del botón que dice off y corremos estúpidamente. Hay una única manera de vivir de verdad y es siendo concientes de nuestro comportamiento, reflexionando sobre las causas y consecuencias de nuestras acciones.
Sé que las obligaciones diarias nos obligan muchas veces a poner la vida a toda marcha, pero si nos proponemos podemos ejercer nuestras actividades con tranquilidad y calma. Sé que hay que construir el porvenir, rendir exámenes, pagar cuentas, trabajar, tener hijos, comprar y vender cosas, tener, ganar, perder y volver a tener para luego perder otra vez, pero si no valoramos las cosas sencillas no estamos disfrutando de nada. Alguna leí una frase que dice que las puertas grandes giran sobre bisagras pequeñas. Y es cierto, lo mismo pasa en la vida, las cosas importantes giran sobre detalles, bisagras pequeñas. Apretar el botón que dice off de vez en cuando no le hace mal a nadie.
Los hombres viven plenamente cuando son concientes de sus actos y reconocen que su comportamiento incluye consecuencias a corto, mediano y largo plazo. El hombre ansioso, inquieto, sin paz, el hombre Light busca correr, despeñarse detrás de la perdida de momentos, por esto cosecha frustraciones, accidentes, falta de afecto, lágrimas, errores, problemas, consecuencias.
Detenerse es fundamental. Hay que cargar combustible. Si no, nos quedaremos sin combustible a medio camino y no podremos llegar a destino. Sentémonos a la mesa, dejemos de comer a las apuradas y de pie. El silencio también es bueno de cuando en cuando. Es tan bueno como escuchar un CD a todo volumen. Levantemos la cabeza como el nadador que tiene que respirar para obtener fuerzas y poder seguir nadando. Disfrutemos de esperar, porque cada momento es significativo. Tomémonos cinco minutos y contemplemos a las personas que amamos.
Apretemos off. Correr implica perder el tiempo. Finalmente cito a José Narosky que en su libro Si todos los sueños, reflexiona sobre el tiempo: “No lloro la muerte irremediable por ser condición de la existencia, lloro el tiempo gastado sin conciencia, pues de esa muerte diaria, soy culpable”.

julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar

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