jueves, 3 de abril de 2008

Los que exhiben vanidad


Aparentar es manifestar o dar a entender lo que no es o no hay. En nuestra sociedad materialista, donde impera el consumo y la megalomanía, mucha gente esta preocupada por verse bien delante de los demás. Con tal de alcanzar una buena posición social están dispuestos a hacer lo que sea. Cuanta más plata tienen, mejor se sienten. Se visten bien y eso mantiene en alto su autoestima. Desean los mejores autos, los mejores viajes, las mejores zapatillas, los mejores relojes con tal de demostrar superioridad. Las personas que aparentan son aquellas que se fijan en el apellido, miran la apariencia de todo y de todos, dejando de lado las intenciones y los sentimientos. El que aparenta se engaña a si mismo.

El que aparenta, aunque esta endeudado hasta la manija, vive yéndose de vacaciones. Jamás confiesa que no tiene ya que esto evidenciaría que esta cayendo de nivel, entonces aunque tiene la soga al cuello sigue mintiendo la apariencia. Lo que pasa es que erráticamente mucho piensan que al aparentar tienen poder. Pero la realidad es que se engañan. De hecho, se sienten impotentes, miserables. Los que aparentan tendrían que leer proverbios 12: 9, donde dice: “Más vale el despreciado que tiene servidores, que el que se jacta y carece de pan”. Y proverbios 13:7 también dice: “Hay quienes pretenden ser ricos y no tienen nada y quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas riquezas”.

El que aparenta no tiene nada, ni siquiera se tiene a si mismo. Es esclavo del qué dirán y su comportamiento es estúpido hasta el ridículo, obsesionado por la propia imagen sucumbe ante la trivialidad. Por querer llamar la atención pierde su libertad, su autenticidad. El que aparenta presume libertad, pero simplemente obedece sumisamente malas costumbres y eslóganes que la moda establece como intocables, venerables. Son embaucados por la fascinación de frases de grandeza, ideas extravagantes, pero no profundizan en los conceptos sino que los aceptan como tontos sin destino. El que aparenta mira de reojo a fulano y si otro es como él desearía ser, en seguida sucumbe a la imitación inconsciente, perdiendo la originalidad. En fin, el que aparenta desearía ser como aparenta ser, pero no lo es. Quizá lo que digo es una redundancia, pero es una realidad. Como dijo Honoré de Balzac: “Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”.

Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar

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