martes, 28 de agosto de 2007

Sobre las amistades sólidas


La amistad es uno de los pilares de todo ser humano. Los verdaderos amigos ayudan a sus amigos a que ellos se eleven por encima de las circunstancias negativas. Es, pues, claro que hay amistades superficiales y por otro lado se encuentran las amistades auténticas, sólidas, profundas. Las verdaderas amistades son aquellas que perduran a través del tiempo, puesto que han sobrevivido a las épocas oscuras y confusas. Un amigo verdadero está a nuestro lado en todo tiempo, pero cuando es necesario se aleja de nosotros para que la amistad pueda cobrar la intensidad original. Un amigo es un trabajo, es una responsabilidad. Por esto, a los amigos hay que cuidarlos. La amistad es una de las diferentes formas de amor. Entonces, para que la amistad pueda cultivarse de modo constructivo debemos tratar de ser personas que edifiquen a ese amor, es decir, debemos regarla de a poco, nunca de golpe para no ahogar este vínculo.
La verdadera amistad comienza cuando se abre a alguien por voluntad propia, y el otro también se abre a nosotros. Es cuando las confidencias comienzan interactuar. En la Biblia hay, mucho, muchos ejemplos de amistad, pero sin duda, el más significativo paradigma de amistad es la de David y Jonatan. Estas dos personas vivieron en el reinado del turbulento rey Saúl. Esta amistad fue sometida a prueba, pero sobrevivió. Ambos eran personas que se amaban fraternalmente. David por su parte había vencido al gigante Goliat. Y Jonatan, hijo del rabioso rey Saúl, unió su alma con David, a pesar de que David era objeto de bronca de Saúl. David y Jonatan se deseaban el bien uno al otro. Esa es la etimología de una auténtica amistad. A través del tiempo la amistad verdadera se fortalece a pesar de la complejidad de las adversidades nebulosas. Para fomentar o entablar con los demás amistades sólidas y constructivas, debemos permitirnos ser vulnerables, debemos revelar lo que somos en la intimidad. Debemos revelar lo que somos. Para entablar amistades constructivas debemos aspirar a la humanidad, al compañerismo y el respeto a los demás. Debemos amar sin prejuicios. Confucio decía que: “Las virtudes del hombre superior son como el viento y las del hombre vulgar como la hierba, cuando el viento pasa por encima, se inclina”. Para una linda y bien armada amistad es necesario la virtud y la veracidad. Debemos pulirnos pidiendo perdón, humillándonos cuando es necesario y hablando siempre con nuestros amigos con palabras que lo hagan crecer interiormente. Con un amigo compartimos la vida ya que un amigo es un compañero de viaje.

“Hoy compartimos
Palabras y comienzos,
Esperanzas y canciones,
Anhelos para el futuro:
Hecho con el ayer
Hecho con el ahora.

Mañana…
Acuarelas y arco iris,
Impresiones y suaves escenas,
Un tapiz de sentimientos:
Tejido con los recuerdos,
Tejido con los sueños”.

Albert M. Ward.

Julio C. Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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