domingo, 11 de marzo de 2007

La puntualidad.


Una persona es puntual cuando ejecuta las cosas con exactitud y a tiempo. La puntualidad está íntimamente relacionada con la diligencia y la responsabilidad. Un viejo refrán dice que: “La puntualidad es la cortesía de los reyes”. Los individuos puntuales merecen respeto, porque su exactitud en ejecutar las cosas a tiempo les da ese derecho. Las grandes empresas de la vida sólo pueden confiarse a quienes saben ser puntuales siempre. Quien es puntual sabe apreciar el tiempo. La impuntualidad es el desprecio del tiempo. El que no sabe ser puntual realmente no merece confianza. Se cuenta que en una oportunidad un empleado de Washington llegó tarde a su trabajo. El empleado alegó que el reloj iba atrasado. A lo que Washington respondió: ¿El reloj iba atrasado? Entonces no hay más remedios: o usted ha de comprarse otro reloj, o yo he de buscar otro empleado. Gran verdad contienen las celebres palabras del almirante Nelson: “Debo todos mis éxitos a haber acabado todo un cuarto de hora antes del tiempo prefijado”.
La impuntualidad y las cosas ejecutadas fuera de tiempo, son significativos errores del hombre actual. La falta de voluntad es lo que muchas veces nos conduce a la impuntualidad y la falacia moral. La puntualidad es garantía de éxito y oportunidades. Si una persona es impuntual es seguro que tarde o temprano fracasará. Uno de los secretos del éxito es: Ser puntual. Nuestras obligaciones requieren que seamos puntuales. Por esto debemos ser conscientes de la importancia que tiene la buena utilización del tiempo. Ser puntual hasta en las cosas pequeñas nos conduce a la autodisciplina y la superación personal. Si somos impuntuales perderemos la confianza de los demás, pero si somos responsables en el cuidado del tiempo los demás confiarán en nosotros. Ser puntual es hacer evidente nuestra fuerza de voluntad, nuestro respeto hacia nosotros mismos, nuestro cuidado personal. Cumplir firmemente con nuestras obligaciones nos proporciona orden, dinero, éxito, grandeza de espíritu. Ser puntual es gestar el tiempo sabiamente. “Casi sin aliento llega un hombre a la sala de espera: “Déjeme usted, quiero irme en el expreso”.
“En este momento acaba de salir” contesta con firmeza el portero.
“¡Horror! ¿Y qué hago yo ahora? Tenia que irme sin falta. Me causará daños incalculables” ,gime el viajero atrasado. Sin embargo, no tiene derecho a quejarse; el tren salió con puntualidad; sólo los hombres no suelen ser exactos”.

Julio C. Cháves.

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