miércoles, 14 de marzo de 2007

La esperanza.

La esperanza es la disposición del espíritu a creer en el cumplimiento de lo que uno desea. Tener esperanza es mirar la vida con optimismo, esperando que las cosas cambien para bien. Es cierto que estamos penetrando en una época de abrumadora incertidumbre, no obstante, debemos seguir confiando en que nuestros deseos de paz, de seguridad, y de justicia, hallarán cumplimiento en nuestra realidad cotidiana. Perder la esperanza es lo último que debemos hacer. Es necesario que miremos la vida con optimismo. Dejemos el pesimismo para tiempos mejores. Dispongamos nuestro espíritu a pensar en lo bueno, en lo justo, en la unión, en la solidaridad, en la equidad, y en el bienestar colectivo. Ya vendrán tiempos mejores. En efecto, la esperanza es el arma más poderosa de cual disponemos. La esperanza es gratis, no hay inflación que le afecte. No hay nada que la pueda detener. Marcel Proust dijo: “La esperanza es un acto de fe”. Tengamos fe en nuestra gente…
La esperanza es una virtud vivificante, es crear en lo mejor, en la salida del sol. La esperanza es una virtud que condiciona virtualmente cada aspecto de nuestra frágil vida humana. En consecuencia, si de veraz anhelamos que las cosas mejores en todos los aspectos, es decir: en lo económico, en lo social y en lo espiritual, es necesario que hagamos de la esperanza nuestra arma in porque la esperanza es lo que nos permite confiar en nuestra gente, en nuestro país, en Dios. Luchamos contra la desilusión, contra la incertidumbre, contra lo negativo, contra los males que n os aquejan, con optimismo, con osadía, con esperanza de cambiar las cosas para el bien de todos. G. Bernamos pensó: “La esperanza es la mayor y la más difícil victoria que un hombre puede lograr sobre su alma”. Alguien dijo que “la esperanza se ríe de los fracasos y se apoya en ellos para superarlos”. Eso es justamente lo que debemos realizar. Apoyémonos en nuestros fracasos y salgamos adelante. Siempre que llovió paró. Siempre que sembramos cosechamos. Miremos lo positivo. Sembremos la flor del optimismo en lo que somos en el presente. Es indudable que esta es una procedente. Pero también es irrefutable que, pese a este porvenir oscuro que nos pintan los economistas, los políticos, los medios de comunicación, es posible ser optimistas, es posible confiar en que las cosas mejorarán. Vivamos en la esperanza. Extraigamos de nuestros fracasos nuevas fuerzas y pongámonos en pie. Rompamos las cadenas del pesimismo y la desesperación. Tengamos esperanza. Muchos jóvenes yacen confundidos, desengañados, sin trabajo, son objetivos, sin un buen porvenir… Creo que lo mejor que pueden hacer los dirigentes es proporcionarles a los jóvenes todos estos elementos que n os ayudan a vivir y a creer en nuestra patria. C. Peguy declaró: “Lo que me asombra, y no deja de asombrarme, dijo Dios, es la esperanza. Esa pequeña esperanza que no parece ser nada. Esa niñita esperanza. Inmortal”.
A nosotros nos ha tocado en estos tiempos difíciles. Es por esto que debemos cultivar en nosotros la esperanza, el optimismo, la fe, la confianza, el amor social, el coraje, el patriotismo, la prudencia, y la perseverancia de creer que las cosas pueden cambiar para bien.

Julio C. Cháves.

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