viernes, 16 de marzo de 2007

La bella y la bestia.


Catherine es hermosa, inteligente y esbelta. Podría ser modelo. Sin embargo, no lo es. Catherine, interpretada por Linda Hamilton, de la conocida serie de televisión “La Bella y la Bestia”, frecuentaba los túneles abandonados del metro subterráneo donde vivía Vincent; el Hombre-Bestia interpretado por el actor Ron Perlmann. Catherine es muy hermosa. Podría tener cualquier hombre a sus pies. Pero ella, aunque es muy hermosa, esta enamorada de Vincent. ¿Qué le vio Catherine a Vincent, este Hombre-Bestia? Vincent parece un león por lo peludo y vive en un subterráneo. Encontrarse con él en una calle oscura es más horripilante que encontrarse con drácula en medio del cementerio. Sin embargo, pese a todo lo externo, Catherine se enamoró de Vincent. Sigo preguntando: ¿Qué le vio Catherine a este Hombre-Bestia? Catherine vio lo que todas las mujeres vieron, un Hombre extremamente velludo. Pero Catherine, además de ver a Vincent, también lo miro. Mirar implica lo que esta detrás de lo superficial. Catherine miró el corazón de Vincent. Ella siente atracción por él, porque detrás de esa apariencia peluda, existe un hombre. Ella lo ama por su sensibilidad y compasión…; y quizás por su voz cautivante. Parte del encanto de esta popular serie de TV fue ese particular amor entre Catherine y Vincent, el Hombre-Bestia.
Lo físico para muchos individuos es, nefastamente, muy importante. A algunos no les interesa si la persona es buena o mala, puesto que lo único que les importa es la piel, los ojos, los músculos, y por supuesto, la posición económica. Lo anterior es secundario, de ahí el origen de tanta infelicidad y de tantos divorcios. Constantemente, los publicistas, nos llenan la cabeza con una errática idea respecto de que es lindo y de que es feo. Por medio de la televisión, las revistas, el cine, y los videos Clips, nos dicen que lo más importante de una persona es su piel, lo externo. Pero Dios no piensa como piensan los seres humanos frívolos, pues 1 Samuel 16:7 cuenta: “Jehová no mira lo que mira el hombre, pues Jehová mira el corazón”.
Que para las personas inmaduras lo más importante sea lo de afuera, eso no significa que sea igual para Dios. Dios no tiene una “Moral Light”, como muchos inmaduros que no saben que es el mundo sentimental y que no saben dar ni recibir amor. Dios es santo. Dios no es como algunas personas que ignoran que los sentimientos se pueden gobernar. Dios ama eternamente. El mira el corazón. Lo mismo tenemos que hacer nosotros. Debemos imitar a las personas que saben amar y que tienen criterios morales estables y que están dotados por una conducta inteligente. Yo creo que el amor hoy día es difícil, pero que es posible. Sé que todavía hay Catherine y Vincents que adhieren sus vidas al amor puro y santo. Es notable que nuestra época esta configurada por voluntades vacilantes que confunden lo urgente con lo importante y lo superficial con lo profundo. Debemos ser como estos personajes de “La Bella y la Bestia”. Debemos mirar lo que está tras la apariencia.
El presente de hoy está colmado de “amor libre” donde no cabe el amor. Muchos están confundidos porque utilizan la sexualidad como producto de consumo. Algunos no creen en el amor. Debido a esto, son victimas de relaciones sexuales mecánicas, en las que se une un cuerpo con otro cuerpo, pero sin amor. En la urbe de hoy, muchos “personajes” se creen inteligentes porque tienen una conducta divertida y refrescante, en tanto que por dentro alberguen una profunda inmadurez sentimental. Kierkegaard dijo: “La puerta de la felicidad se abre hacia fuera; los inmaduros, por el contrario, abren su afectividad hacia dentro, la cierran luego y a continuación pierden la llave”. Es hora de descubrir lo que hay tras la apariencia del peludo Vincent. Hay que salir hacia fuera, pero mirando lo de adentro. Cuidado con pensar demasiado en nosotros mismos, pues quizás se nos puede oxidar la armadura como el caballero que rescataba damiselas en la historia de Robert fisher, que por pensar demasiado en sí mismo, alejó a las personas que amaba de sí. Debemos amar a los demás por lo que son, no por lo que hacen o conocen. No seamos inmaduros utilitaristas. Vivamos de modo inteligente. Lo importante es que nos miremos tras las apariencias. Debemos abrirnos, entregarnos. No importa si no coincidimos. Lo importante es que tengamos cuidado con las tijeras de Dalila. Para amar hay que tener voluntad. Hay que mirar lo que no perciben los ojos. El amor piensa…

Julio C. Cháves.

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