viernes, 16 de marzo de 2007

Hogares sin afecto.

El apóstol Pablo, en su epístola a Timoteo, escribió: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, SIN AFECTO NATURAL, implacables, calumniadores , intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…” (2 Timoteo 3:1-5).
Actualmente la familia tradicional está en absoluta decadencia. La nuestra, es una sociedad que no sabe y no le interesa aprender a amar. No hay afecto natural. No hay amor. La falta de afecto es notable, ya que se han proliferado los divorcios, los suicidios, la rebeldía juvenil, el adulterio, y el desamor generalizado. Lo adecuado es que los cónyuges se amen entre sí. Que los jóvenes amen y respeten a sus padres. Pero tristemente todos viven de un modo apático respecto al afecto natural. La rebeldía juvenil crece. Los divorcios crecen. La amargura familiar crece. En los hogares no hay felicidad. El concepto de que el matrimonio es parar toda la vida ha sido dejado de lado y las masas, guiadas por la desconfianza y la falta de fe en el amor, sucumben ante el dios concubinato.
A simple vista podemos notar que los afectos están ausentes. Así pues, ¿Qué afecto produce en los individuos la falta de afecto? Los afectos están para ser sentidos. Al afecto lo sentimos porque nos afecta. Ahora bien, cuando un individuo carece de afecto, carece también por ende de modos de mirar y organizar la realidad. El afecto nos permite por ende de modo de mirar y organizar la realidad. El afecto nos permite resignificar el tiempo y el espacio. Por tanto, cuando un individuo carece de este vinculo, se encuentra confundido, desorientado, deprimido, sin sentido, sin objetivos claros, sin saber que realmente quiere para su vida. La falta de afecto quiebra, destruye y obstaculiza la comunicación intra e interpersonal. La falta de afecto divide a las personas, destruye los matrimonios, produce desconfianza, desamor, infidelidad, angustia, y por supuesto, tendencias hacia la depresión. Además, como si estas consecuencias de la falta de afecto fueran pocas, también la falta de afecto produce enfermedades físicas y psicológicas.
Ahora, yo me pregunto: ¿Es posible que los cónyuges se amen entre sí y amen a sus Hijos? ¿Hay posibilidades de recuperar el afecto perdido? Sí, sí y sí. 1 de Corintios 13:8 nos dice: “El amor nunca deja de ser…”. Y el Dr. Billy Graham, al referirse a la familia, escribió lo siguiente: “El primer requisito para tener un hogar cristiano feliz es que en él se practique el amor. Un hogar fundado en las bajas pasiones o en cualquier cosa que no sea el amor está destinado a desmoronarse y caer. El amor verdadero contiene un elemento espiritual misterioso. Significa lealtad, reverencia y comprensión. El amor impone tremendas responsabilidades acompañadas de gloriosos recompensas. “Amad”, dice la Biblia, “como Cristo amó a la Iglesia y se entrego a sí mismo por ella”. (Efesios 5:25). ¿Cómo amó Cristo a la Iglesia? La amó a pesar de sus faltas, sus errores y sus debilidades. El amor verdadero nunca deja de ser ni fracasar, ama a pesar de los defectos de personalidad, los defectos físicos y las rarezas mentales. El amor es profundo, permanente, eterno. Sólo el amor puede llevar al hogar una sensación de seguridad”.

Julio C. Cháves.

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