miércoles, 14 de marzo de 2007

Generación Yoísta.

David Greco, autor de “Renuévame”, escribió: “Dios nos creó a su imagen, con libre albedrío y con capacidad de hacer el bien. Pero debido al pecado la humanidad posee una tremenda capacidad para hacer el mal. Somos capaces de hacer el mal y la única solución es tornarse a Dios. La Biblia nos enseña que el hombre es solamente transformado a través de una relación personal con Jesucristo”. Todo individuo posee libertad tanto para buscar a Dios o rechazarlo. Todos decidimos que hacer con nuestra vida. El bien está disponible y el mal también lo esta. Cada cual configura su vida como quiere. Si queremos podemos bendecir y si queremos podemos maldecir. La vida la hacemos nosotros. Dios no obliga a nadie a que haga su voluntad, pues cada uno hace lo que le viene en gana. Dios nos delego la responsabilidad de elegir entre el bien y el mal.
Así pues, es sabido que no es lo mismo hacer el bien o hacer el mal, pues hacer el bien implica ciertas consecuencias que no tienen nada que ver con la realización del mal. Quien hace el mal cosechará el mal y quien hace el bien cosechará el bien. Así de simple. El salmo 1:1-6 nos dice: “Bienaventurado el varón que no anduve en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche (…) Jehová conoce el camino de los justos; más la senda de los malos perecerá”. Dios protege a todos los individuos que confían en él. El ama a todos los individuos que tienen una relación vital con nuestro amado salvador Jesucristo. Pero también Dios no aprueba el modo de vivir de todas las personas que han excluido a Dios de sus vidas. Dios detesta a todo individuo que menosprecia su nombre y su divina palabra.
Actualmente vivimos, como dijo el conocido escritor estadounidense Tom Wolfe, en una generación Yoísta. Cada cual hace permisivamente lo que quiere. Cada cual hace lo suyo. A nadie le importa lo que hacen sus semejantes. Todos son egoístas, mentirosos, narcisistas. En nuestra época el narcisismo es moneda corriente. Por eso las frases que más escuchamos de los labios de las personas son: “A mi sólo me importa lo mío…” “A quien me desea el mal que se le vuelva encontra…”. “Cada uno está en su mundo…”. Estas son las frases de los Yoístas, narcisistas, egoístas de la sociedad de hoy.
Los yoístas son aquellos individuos que explotan a los individuos para su propio beneficio. Los yoístas tiene una idea divinizada de sí mismos; se consideran especiales y únicos; carecen de empatia; envidian a todos y principalmente a las personas que andan bien y mejor que ellos. Los yoistas cuando conquistan una felicidad no la comparten con nadie. Sin embargo, cuando están tristes y angustiados transmiten su dolor a todos.
Por naturaleza todos somos yoistas, pues es el pecado lo que nos conduce a esta tendencia. El mal está presente en todos los seres humanos de la faz de la tierra. Y es el pecado lo que impide que muchas personas conozcan la verdad de Dios y a Dios mismo. El pecado nos aleja de nuestro creador. El destruye la vida individual y la vida social. El apóstol Pablo reflexionó: “Porque no hago el bien que quiere, sino el mal que n o quiero, eso hago”. (Romanos 7:19). Y en Romanos 7:24-25 agregó: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. Nuestra naturaleza pecaminosa no quiere servir ni hacer la voluntad de Dios. Por nuestra propia fuerza es imposible que logremos hacer su voluntad. Pero pese a todo es posible que la hagamos si n os rendimos al poder de su Espíritu Santo, pues ese Espíritu Santo el único que tiene poder para orientarnos en aras de la voluntad de Dios y en ara de toda bendición espiritual en los lugares celestiales.
Te cuento una historia que ilustra perfectamente la lucha que se gesta día a día en nuestro interior: “Un hombre tenia dos perros. Uno era doberman y el otro pastor alemán. Un día le pregunto un individuo al dueño de estos perros: “¿Cuál es el bravo? ¿Cuál ganaría en una pelea?” Aquel a quien alimente más- respondió el dueño de los perros”. Dentro de cada uno de nosotros hay dos perros. Uno representa al mal y el otro representa al bien. La trayectoria de nuestra vida depende directamente del perro que más alimentemos. Yo sinceramente quiero alimentar al perro del bien. ¿Cómo? Leyendo la Biblia. Orando. Haciendo lo que la palabra de Dios dice con la ayuda del Espíritu Santo. El yoismo que habita en mí desea que yo haga su voluntad, pero yo sólo quiero renunciar a mi yo para que Dios controle todo mi ser a su voluntad. Eso es lo que quiero. Jorge Arias dijo: “El verdadero artífice de toda victoria es Jehová, no las circunstancias fáciles o difíciles”.

Julio C. Cháves.

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