viernes, 16 de marzo de 2007

El sabor de la cereza y las estrellas de mar.


En la película “El sabor de la cereza” del director Abbas Kiarostamí, se cuenta la historia de un hombre llamado Badí que, guiando por el propósito de suicidarse, recorre en su auto los alrededores de Teherán, buscando quien le dé sepultura o lo asista si sobrevive. En su búsqueda de sepulturero, habla con diferentes personas. Primero habla con un obrero. Luego con un soldado; y después con un seminarista que le dice: “Matarse es matar”. Finalmente habla con un anciano que le cuenta lo siguiente: “Un turco va al medico. Le dice: Cuando me toco el cuerpo me duele. Cuando me toco la cabeza, me duele. Mis piernas me duelen. Mi panza y mi mano me duelen. Mi querido amigo, su mano esta lastimada, su mente está enferma. Pero no hay nada malo con usted cambie su perspectiva. Sea optimista. Mire las cosas en positivo. La vida es como un tren que sigue avanzando hacia delante hasta que llega al final de la vida, a la Terminal. La muerte aguarda en la Terminal. Ninguna Madre puede hacer tanto por sus hijos como Dios hace por sus criaturas”.
“El sabor de la cereza” es una película de inusitada profundidad. Badí, el personaje principal, es un individuo que se había cansado de vivir. Entonces, debido a su infelicidad interior decidió quitarse la vida. Este mensaje es para las personas que se sienten como Badí; o quizás para aquellas personas que se sienten como un individuo llamado José Crater, que en Agosto de 1930, a los 45 años, se despidió de sus amigos, después de haber comido juntos en un restaurante de Nueva Cork, tomó un taxi y se fue. Después de esto, jamás se lo volvió a ver ni se supo nada más de él. Muchos decían que se había suicidado. Otros argumentaban que lo habían matado. Pero dejó una nota adjunta a un cheque a su cónyuge. El cheque de una significativa suma; y la nota decía sencillamente: “Estoy muy cansado. Te amo. Joe”. (Esta historia se encuentra en el libro “Sobre el yunque” de Max Lucado).
¿Se siente usted cómo Badii? ¿Está cansado como José Crater? Si esta es su situación quiero que sepa que su vida es muy importante. Al igual que el Turco que fue al medico, usted debe cambiar su perspectiva. Debe ser optimista. Mire las cosas en positivo. No se olvide que si está en apuro Dios puede ayudarle. Porque él es inmanente. El interviene en los asuntos de los hombres. No ignore que cada problema posee su solución. Todos tenemos problemas en la vida. Nadie está exento de ellos. Todos pensamos por momentos que nos entenebrecen y nos desaniman. La vida es así. A veces hay sol y a veces está nublado. Tenga en cuenta que usted es como una brillante estrella y Dios es Galileo. Su brillo y mí brillo, deslumbran al creador. Dios se interesa por nosotros.
Actualmente vivimos en la sociedad que lo cosifica todo, que lo comercializa todo. Los individuos de nuestra urbe se han tornado utilitaristas, manipuladores, mentirosos, engañadores, vanidosos. “El mundo del tener, del adquirir, es sumamente pasajero y mortal”, escribió El Dr. Jaime Barylko. La sociedad yace triste y desilusionada. Las cosas han ocupado el lugar de las personas. Los individuos yacen entre días malos, en los cuales dicen: “No tenemos en ellos contentamiento”. (Eclesiastés 12). Nadie teme a Dios. Todos configuran sus vidas en torno a sus propias voluntades falibles, endebles, limitadas. La angustia es nuclear, masiva, panorámica, siniestra. El pesimismo controla a las almas sufrientes.
Todo parece no tener solución. Sin embargo, vale preguntarse: ¿Hay esperanza? ¿Habrá todavía alguna pinturería que venda pintura color esperanza? La respuesta es sí. Te cuento una historia sobre la esperanza. “En una playa serena, junto a una pequeña aldea de pescadores, vivía un escritor. Todas las mañanas paseaba por la playa, contemplando las olas espumosas. De esta manera se inspiraba, y por las tardes, se quedaba dentro en su casa a escribir.
Un día, mientras caminaba por suave orilla del mar, vio una figura que parecía que bailara. Se acercó y observo que se trataba de un joven que recogía de la orilla del mar las estrellas de mar y las devolvía al océano.
? ¡Hola! Dijo el joven sonriendo, sin dejar de hacer lo que hacia.
? ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? Pregunto al escritor al joven con curiosidad de filósofo.
? ¿No ve que ha bajado la marea y el sol brilla con fuerza? Si estas estrellas se quedaran aquí, en la arena, se secarían y morirían.
El escritor pensó que la intención del muchacho era positiva y loable, sin embargo, sonrió con escepticismo y comentó: Pero hijo, existen miles y miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo, debe de haber cientos de miles de estrellas de mar esparcidas por todas estas playas, llevadas por las furiosas olas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que eso influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?
El joven miró al escritor desconcertado, recogió otra estrella de mar, la lanzó al agua, volvió a mirar al escritor y le dijo: - Para ésta, si tiene importancia.
Aquella tarde el escritor no consiguió escribir. Y por la noche, apenas pudo dormir. A la mañana siguiente, muy temprano, se dirigió hacia la playa. El joven se deslizaba con su tabla por las primeras olas del día, pero pronto se dirigió también a la arena. Entonces, juntos, el escritor y el joven, bajo el delicado y perfumado sol del amanecer, se pusieron a devolver estrellas de mar al océano. El escritor comenzó a mirar las cosas en positivo. Comenzó a ser optimista. Lo mismo debemos hacer nosotros.
Cada vez que estemos cansados de vivir debemos tener en cuenta que Dios se preocupe por nosotros, él interviene en nuestros asuntos, él quiere lo mejor para todos los seres humanos. No nos perdamos el sabor de la cereza. Ni el sabor de la vida. Ni el sabor de lo que somos. Ni el canto de los pájaros. Ni los amaneceres. Ni la luna romántica. Ni nada. Pues la vida es linda. Valoremos nuestra vida. Somos importantes. Tal cual somos. Ni más ni menos. Siempre debemos recordar lo que nos dijo Jesús: “Todas las cosas me fueron entregadas por mí padre; y nadie conoce al Hijo, sino el padre, ni al padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el hijo lo quiere rebelar. Venid a mi todos los que están trabajandos y cargados; y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas…”. (Mateo 11:27-29).

Julio C. Cháves.

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