miércoles, 14 de marzo de 2007

El orgullo: un asesino despiadado.

“Primero fue el león que habló. Sacudiendo su enorme melena dijo: ¡Yo soy el rey! ¡Así me considera el mundo entero! Mi fuerza es envidiada por todos. Francia ya tuvo un emperador cuyo nombre significa: “León de la floresta”. También Inglaterra tenia a “Ricardo corazón de león”. Ya lo ven. Las grandes naciones me reclaman. Mi rugido agita a todo mi alrededor, y mi grito hace estremecer a las almas. ¡Pero que orgulloso que SOS! Dijo el Buey, interrumpiendo al león. ¡Yo no! Pues soy humilde y paciente. Tengo calma y postura. Antes de que se inventara el automóvil, yo fui quien hizo el trabajo pesado. Mis trabajos están presentes en todas las civilizaciones.
Yo soy la gloria ,dijo el caballo. Presten atención: fui cónsul y sacerdote, en tiempo del emperador Caligula y comía en un comedor de marfil; tomaba baño de leche y tenía adornos de oro trabajados con brillantes. Además de eso, tenia una linda compañera llamada Penélope… Con Atila, ¡donde yo pisaba no nacía más pasto! Vivo inmortalizado en millares de estatuas y soy la fuente donde los poetas van a buscar inspiración de mi pie… yo fui Bucéfalo y lleve a Alejandro Magno. Con todo, tenés mi resignación y sobre todo, mi resistencia ,dijo el Camello. ¿Quién atraviesa los desiertos llevando las caravanas que van en busca de los tesoros de oriente? Ustedes, en el desierto, sin agua y al sol, ¿serian capaces de pasar diez días sin beber? Todavía ,dijo el perro yo soy la fidelidad y el amor. ¡Soy el mejor amigo del hombre!
Pues yo soy más ,afirmó el mono. Según la ciencia, soy el pariente más próximo del hombre.
No obstante ,dijo el elefante. Yo me rió de todas esas pequeñeces. Ante mi grandeza todos ustedes son como nada. Además de ser el mayor animal de la tierra, soy el que posee lo más preciado, ¡el valioso marfil! Aparte transporté a reyes y a príncipes.
En medio de la discusión, notaron la presencia del burrito; estaba en un rincón, acurrucado, con las orejas caídas, humildes y pensativas. Entonces, el León gritó, burlándose: y tu, burro, animal despreciable, a ver, dinos, ¡¿Qué cosa tan maravillosa has hecho?!
Yo cargué a Jesucristo, el salvador del mundo…”
El orgullo es un adulador profesional. El orgullo es un asesino despiadado que dice con jactancia: ¡Yo puedo hacerlo solo! ¿Para qué necesito a los demás? “Yo me valgo por mi mismo”. Los orgullosos piensan que son los mejores, que son los únicos, que son imprescindibles. Los orgullosos piensan que no necesitan de nadie, ni siquiera de Dios. Obviamente están equivocados, pues todos necesitamos de alguien. Necesitamos de nosotros mismos, necesitamos del prójimo, y también de nuestro creador. De Dios necesitamos depender todos. Todos necesitamos imprescindiblemente de los consejos divinos. En la carne no podemos confiar. En nuestras propias fuerzas no podemos confiar. Debemos confiar en Dios y también debemos declarar junto al apóstol Pablo: “En espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”.
Tengamos cuidado con el orgullo, pues es un asesino despiadado. El orgullo quiere que los hombres compitan entre sí, que se maten unos a otros. Por otro lado, lo mejor que podemos hacer es confiar en nuestro creador por sobre todas las cosas. Efesios 6:10 dice: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”.

Julio C. Cháves.

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