viernes, 16 de marzo de 2007

Ecos de la vida.


Ignacio Larrañaga escribió: “En la sociedad humana existe una cantidad ingente de violencia compensadora. Los sujetos irrealizados son frustrados. Los frustrados son negativos; los negativos “necesitan” destruir, porque ellos únicamente se sienten “realizados”, destruyendo en los demás aquello que ellos nos fueron capaz de construir. Estos frustrados agresivos no perciben, sin duda, la diferencia entre la persona y la imagen. Por eso, los hachazos los dan en la estatua, es decir, en la imagen de la persona y se sienten construirse a sí mismos, derribando y destruyendo las “estatuas” de los demás. No hay ser más temible que un frustrado. Es capaz de desencadenar cualquier cantidad de energía reactiva, por la vía de la compensación, por que la frustración conduce, necesariamente, a la agresión. Los que no hacen nada, “necesitan” criticar a los que hacen algo”.
Hay ciertos individuos que no pueden ver a nadie feliz. Los tales siempre albergan pensamientos despectivos de los demás, ya que están sumidos permanentemente en la frustración. Como están confundidos y angustiados quieren, egoístamente, que los demás también se hallen en esta situación frustrante. Los frustrados se encuentran sin sentido, pues no saben que quieren ni hacia donde van. Los frustrados odian la vida y quieren que los demás también la odien.
Hay ciertas personas que se viven quejando de todo, de la vida, de la situación del país, de los problemas económicos, y hasta por el día que está nublado. Los frustrados están resentidos, insatisfechos, cansados de todos y de todo. Erich Fromm en su obra “El corazón del hombre”, dijo: “El individuo, profundamente desengañado y desilusionado, puede también comenzar a odiar la vida. Si no hay nada ni nadie en quien creer comienza a odiar la vida. Si no hay nada ni nadie en quien creer, si la bondad y la justicia no fueron más que una ilusión disparada; si la vida la gobierna el diablo y no Dios, entonces, realmente, la vida se hace odiosa. Lo que se desea demostrar es que la vida es mal, que los hombres son malos, que uno mismo es malo. Aquel que cree y ama la vida, una vez desengañado, se convertirá en un cínico y un destructor. Esta destructividad, es la destructividad de la desesperación. El desengaño de la vida lo condujo al odio a la vida”. Hay individuos que odian la vida y quieren que uno también la odie. Estos resentidos siempre procuran sembrar su odio en el corazón de los demás. Los tales ven la vida de modo cínico, negativo, pesimista, oscuro. Los frustrados son mala influencia ya que lo único que siembran es pesimismo, frustración, y malestar emocional.
Quien odia la vida y ha cosificado su ser, es un individuo narcisista, que se encuentra sólo con su angustia interior y que se siente mal consigo mismo y que siembra eso que le pasa a él también en los demás. Los frustrados viven sembrando la discordia, los antagonismos, y la envidia en todas las personas que les rodean. Un frustrado mira los defectos en todo y en todos. Un frustrado no hace y no deja hacer, no ama y no deja amar, no construye ni deja construir. Odiar la vida es vanidad, vanidad que contamina el espíritu, el cuerpo y el alma. Para los frustrados parece que no hay salvación para nada, todo está perdido.
Así pues, yo creo que es momento de que lidiemos con la frustración de modo valiente, porque necesitamos amar la vida, la nuestra y la de los demás. Es tiempo de echar el cinismo de nuestra alma. Dejemos de cosificar tanto. Miremos lo positivo. En nosotros y en las personas que nos rodean. Dejemos de echarle la culpa a la vida de todo. Estoy seguro de que si la vida seria una persona se sentiría muy ofendida por causa nuestra, pues siempre le echamos la culpa de nuestros fracasos. La vida está cansada de tanto pesimismo. Amemos la vida. Sonriamos pese a todo lo negativo que nos rodea. Démosle gracias a Dios porque él nos creo. Miremos lo positivo. En nosotros y en los demás. Eso es lo mejor. Para todos. Sin duda. Salomón hace unos cuantos siglos pensó: “Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal suyo”. (Eclesiastés 8:9). Debemos ser felices pese a todo. Eso es la vida. Lo mejor. Para uno y para los demás.
Finalmente quiero compartir con vos un cuento llamado “Ecos de la vida”. “Un hijo y su padre, estaban caminando en las montañas. De súbito, el hijo se cae, se lastima y grita: “AAAAAAHHHHHHH…!”.Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: “AAAAAAHHHHH….!”. Entonces con gran curiosidad el niño grita: “¿Quién está ahí…?. Recibe la misma respuesta: “¿Quién está ahí…?. Enojado con la respuesta el niño grita: “Cobarde”. El niño mira a su padre y le pregunta: ¿Qué sucede? El padre sonríe y le dice: Hijo mío, presta atención. Y entonces el padre grita a la montaña: ¡Te admiro! De nuevo el hombre grita ¡Eres un campeón! El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica: La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida! Te devuelve todo lo que le dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo, un eco de nuestras acciones. Si deseas que te amen simplemente da amor. Si anhelas felicidad has feliz a los que te rodean. Si quieres una sonrisa da una sonrisa a los demás. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida, no es producto del azar ni es una coincidencia, es simplemente un reflejo de ti. Alguien dijo: Si no te gusta lo que estás recibiendo de la vida, fíjate lo que le estás dando”. Así es la vida, simple.

Julio C. Cháves.

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