miércoles, 14 de marzo de 2007

Corriente subterránea de miedo.

“La sociedad se halla “Arrojada” a un mundo incomprensible. Casi no puede evitar una corriente subterránea de miedo, con remolinos de agudo pánico. Vive en una vorágine de inestabilidad, soledad y sufrimiento, bajo la amenaza del espectro de la muerte y la nada. Quería escapar del agobio, de la ansiedad. La falta de sentido es más terrible que la angustia, porque si existe un propósito definido de la vida, es posible soportar la angustia y el terror”, escribió G. Allport.
Una corriente subterránea de miedo agobia a muchas almas. Los seres humanos yacen desorientados por el espectro de la confusión. Nadie sabe a dónde va. Las personas están sueltas, libres, cada uno hace lo que le viene en gana. Pero no hay felicidad. Libertad sí, pero paz no. Actualmente los hombres y la vida pasan a un ritmo frenético. Cansancio y fatiga, son algo común en las calles asfaltadas de miedo. Todo pasa rápido. Para el amor no hay tiempo. Para la fama, el éxito, la popularidad, el querer ser mejores que todos, hay tiempo. Pero para ser felices. No hay tiempo ni espacio. El ritmo de vida es alocado, cansador, alarmante. Las mentes están agotadas y cometen muchísimos errores. El ritmo frenético de vida causa tensión en las relaciones humanas. Los cambios son tan rápidos que desorientan. Todo rápido, amor rápido, afectos rápidos.
Todos la están pasando mal. Sin embargo, los que más afectados están por los cambios alocados son los ancianos. Los ancianos son victimas de esta sociedad frenética, pues la avalancha de aparatos tecnológicos los desorienta por completo. La corriente subterránea de miedo lo destruye todo. Así pues, podemos hallar descanso pese al ritmo alocado del mundo actual. Dios es quien nos da sentido para vivir. Cuando un individuo alberga al altísimo en su corazón, la muerte, el sufrimiento, el vacío de sentido son superados. Con Dios nada es imposible. Dios creó el cosmos y también nos creó a nosotros a su imagen y semejanza. Es por esto que el ser humano únicamente puede hallar sentido, certidumbre, sosiego y paz sólo en su creador. La verdadera riqueza del hombre se halla en Dios y en nadie más. El ser humano que quiere vivir una vida satisfactoria sin la compañía de Dios es imposible que la halle. Dios quiere fortalecer nuestra alma con su presencia, con su palabra, con la que él es. Vivir lejos del creador es igual a estar en un estado puro de soledad. Pues sin Dios no hay paz, ni gozo, ni esperanza. No hay nada. Estamos sueltos, libres, pero en vano. Dios es pertinente, inmanente, él sabe cuando actuar. El llega a tiempo. El Dr. James Dobson escribió: “El tiempo en que Dios actúa es perfecto, aun cuando parezca estar desastrosamente atrasado”.
A mí personalmente Dios me ha dado sentido para vivir. Sé de donde vengo, porque estoy aquí y hacia donde voy. Mi vida tiene sentido. El miedo no tiene poder sobre mí. Dios es omnipotente, es perfecto y él me creó con libre albedrío. El quiere que yo diariamente decida servirle. Richard Wurmbrand, en “Torturado por Cristo”, cuenta: “En suma, existen dos clases de gente. Los que al fin le dicen a Dios: “Hágase tu voluntad”. Quien ama a Dios quiere deliberadamente hacer la voluntad de Dios. Quien no le ama quiere que Dios haga la voluntad del hombre, pero Dios no hace la voluntad del hombre. Dios es Dios. “Dios es la verdad”. La Biblia es la verdad acerca de la verdad. La teología es la verdad acerca de la verdad”.
Hoy día los corazones yacen enlutados, y los acontecimientos que entenebrecen el mundo entenebrecen de igual modo, las inteligencias individuales. A simple vista ha resultado notable que el progreso exterior no ha conducido al verdadero éxito, y la civilización humana vive bajo el signo del espanto y del engaño. Todos están zambullidos en una corriente subterránea de miedo que entenebrecen incluso hasta las almas más inteligentes. Todos parece no tener solución, ni salida alguna. Sin embargo, pese a todo lo negativo y oscuro que nos rodea, todo no está perdido, pues en Dios hay esperanza, paz y tranquilidad. En Dios, Cristo se nos presenta, a este respecto, como nuestro libertador y consejero. El prometió: “Si el Hijo de Dios os libertare, seréis verdaderamente libres”. (S. Juan 8:36). Si confiamos en nuestro creador, aunque el mundo siga viviendo bajo un manto de inestabilidad, soledad colectiva, nosotros estaremos seguros y confiados en los brazos de Dios, pues él tiene cuidado de nosotros. Con Dios todo es diferente y la vida tiene sentido. Al estar en comunión íntima con nuestro creador adquirimos una radiante perspectiva de sus ilimitadas posibilidades, pues descubrimos que si tan sólo resolvemos permitirlo, el gran libertador Cristo, cambiará nuestro corazón de modo radical, y nos otorgara su gracia para vencer nuestras propias inclinaciones y nuestra naturaleza defectuosa que siempre quiere que gestemos una vida que no depende del altísimo.

Julio C. Cháves.

No hay comentarios.: