viernes, 16 de marzo de 2007

Con los ojos abiertos.

Estamos con los ojos abiertos. Pero no todos miran la realidad, pues hay ciertos individuos que simplemente ven y no miran. El que mira es porque sabe que los cimientos de una casa son tan importantes como la casa en si. A los cimientos no se los ve, pero son esenciales, como los valores, como el amor, como la solidaridad, como el respeto al prójimo, como la paternidad y la maternidad. El que mira sabe que las apariencias son una parte del todo.El que mira sabe que sin orden moral la sociedad yace confundida, desorientada y sin certeza en el futuro. Peguy dijo: “Es un error pensar que se puede distinguir entre las verdades. Respetar en los momentos de crisis las grandes verdades y descuidar en la vida las verdades familiares y frecuentes”.
Hoy, en el campo exterior, en el campo de las maquinas, en el campo del progreso exponencial, en el campo de la estética y la piel, el progreso humano es muy evidente. Vivimos rodeados de computadoras, de naves espaciales, de satélites, de aviones y de monumentos de metal, sí, las cosas no sobran, los inventos abundan, pero los afectos puros, la amistad, lo humano, lo de adentro, lo que yace dentro de nuestro ser está en ruinas. Afanados por el lucro, por el amor de la belleza exterior, nos hemos olvidado de lo esencial. Del amor, de lo importante, de los ideales, de los valores morales. De lo axiológico estoy hablando. José Ingenieros reflexionó: “Sin ideales será inconcebible el progreso. El culto del “Hombre ético” limitado a las contingencias del presente, importa un renunciamiento a toda perfección. El habito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir, sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos”. El progreso técnico sin progreso moral no sirve de nada. El lucir una piel tersa y bella, sin riqueza interior, no sirve de nada. Lo de afuera debe estar en equilibrio con lo que respecta al alma, al espíritu, a la esencia humana. Debemos volver a los valores, al pensamiento, a la sabiduría. Debemos unir lo que pensamos con lo que sentimos. Es indispensable que trabajemos en el campo del amor social, el amor al prójimo, al vecino, al amigo, al que tenemos al lado. Porque el amor social es lo único que nos puede ayudar a desarrollar una mentalidad unida e comunidad. Es el amor social lo que disminuye la perdida de sentido, lo que disminuye los suicidios, las envidias, los antagonismos, los celos, y la corrupción del corazón. Debemos alimentar la conciencia moral de la sociedad como entidad intangible. Sigamos el consejo de Barry: “Sea sobre un cadalso o en el centro de una batalla, el mejor lugar que puede desear un hombre para morir… es aquel donde muere por otro hombre”.
Tenemos los ojos abiertos. Miremos. Miremos la verdad, admiremos a los que practican el amor, la solidaridad, la justicia, la amistad, la fidelidad, la humildad, la prudencia, el pudor, y al patriotismo. Vivamos con sabiduría. Que el amor social, sea el objetivo de la vida, de la relaciones interpersonales. Lo que importa es lo que somos. La justicia es lo que importa, los valores morales. Utilizar bien la libertad para el bienestar social. Porque una sociedad dividida no sirve para nada, ni siquiera para si misma. Liberémonos de las cadenas de la anarquía, de la imprudencia, de la falta de cohesión humana. Todos necesitamos de todos. Nadie puede solo. Y finalmente pensemos esta frase Rossel:“Toda sociedad rinde honores a sus conformistas vivos y sus agitadores muertos”. ¿Por qué sucede esto? Si miramos adentro lo sabremos…

Julio C. Cháves.

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