viernes, 16 de marzo de 2007

Brazos de cucharas.


Se cuenta que un hombre viaja por inusuales ciudades extrañas. Un día llegó a la ciudad llamada “Brazos de cucharas”. El nombre de la ciudad la cautivó radicalmente. Entró a la ciudad y cuando llegó al centro de la misma, había dos habitaciones muy grandes, las cuales tenían nada más que una puerta de acceso cada una. En primer lugar entró en la que estaba situada a su izquierda, pues de esa habitación procedían lamentos y gritos de desesperación. Cuando abrió la puerta lo que vio fue horrible. Vio a un montón de personas que yacían sentadas en derredor de una mesa. Las mismas estaban tomando sopa, pero por lo visto los platos estaban llenos. Las personas de esa habitación procuraban con sus brazos de cucharas comer, pero no podían porque todo su brazo era una gran cuchara y no tenían codo. Las personas de esta habitación estaban muy pero muy delgadas.
Después que salió de la habitación, fue hacia la que estaba situada a su diestra. De esa habitación procedían gritos de júbilo y cantos de alegría. Intrigado fue y abrió la puerta. Cuando entró lo que vio le puso muy contento. Esta vez, la situación era similar a la habitación de la izquierda, pero había una gran diferencia, pues las personas se alimentaban unas a otras. Y tenían muy buen aspecto…
Hoy vivimos en una sociedad que promueve el individualismo. La libertad es una carga pesada. La masa sucumbe ante el dragón feroz de la competitividad. Es difícil ser. Es difícil pues la rutina conduce a los hombres colectivos a la alineación, a al uniformidad de la confusión. Las personas se están muriendo de hambre porque prefieren morir antes que alimentar a sus semejantes. Los hombres yacen perdidos en la selva de las palabras egoísmo y odio. El pecado capital de nuestra alienada sociedad contemporánea es que ha priorizado las cosas y ha dejado de lado los verbos importantes. Mans Selye dijo: “Vivimos en un mundo del cual han desaparecido muchos valores tradicionales y estabilizadores. Para muchas personas las metas de la existencia ya no son tan ciertas como solían serlo. Es más probable que los objetivos supremos actuales sean el dinero y el poder. Estos fines son peligrosos, a veces destructivos, y evidentemente egoístas”.
El arpista que olvida su arpa peca contra sí mismo. Lo mismo pasa con los individuos que olvidan a su prójimo. Hoy las masas yacen incomunicadas. Yo creo que los seres humanos poseemos vidas cortas como las vidas de las moscas efímeras. Una mosca nace a las 9 de la mañana y muere a las 5 de la tarde. Un hombre nace un día y muere a las pocas décadas. Por eso, debemos valorar nuestras vidas y las vidas de nuestros semejantes. Practicar el amor es lo mejor que podemos hacer por todos. Para nuestro bien y para el bien de nuestro entorno. Benjamín Franklin dijo: “Si no quieres perderte, tan pronto como estés muerto y corrompido, o bien escribe cosas dignas de leerse o bien has cosas dignas de escribirse”.
Vivir de modo dichoso no es fácil. Cuesta trabajo. El individualismo impide vivir, crecer. Hoy el amor es muy difícil, casi imposible, pues le damos más importancia a las cáscaras que al fruto. Como un filosofo dijo: “Incomprensión e incomunicación son los dos grandes signos de la era del proceso tecnológico”. Hay que amar. Siempre debemos recordar que tenemos brazos de cucharas. Si alimentamos a los demás nos alimentarán. Dar también implica recibir. Si los dados están cargados estamos haciendo trampa. ¿Cargados de qué? Cargados de egoísmo, de presunción, de creerme algo que no soy. Emulemos las virtudes y los valores morales. La emulación presupone un afán de equivalencia, implica la posibilidad de un nivelamiento; saluda a los fuertes que van camino a la gloria, marchando ella también”. Recuerda siempre tus brazos de cucharas…

Julio C. Cháves.

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