viernes, 16 de marzo de 2007

Amor versus violencia.

El amor es el sentimiento más importante que constituye las almas. Los seres humanos se nutren de este sentimiento. Uno nació para amar y ser amado. El amor es una expresión sagrada. Une a los seres humanos. Y nos une a Dios. Sin amor somos como un poeta que nada significa, somos como nubes sin agua, como un barco sin destino navegando a la deriva. Jesús cierta vez dijo a sus discípulos: “Un mandamiento nuevo es doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. (Jn. I3:34).
Lamentablemente los seres humanos en vez de amar se han despeñado detrás del desamor, el odio y la guerra. Valiéndose de hechos banales, los seres humanos han buscado empedernidamente la destrucción de los demás. Debido a su desenfrenada ambición y egoísmo los individuos han buscado conciente e inconscientemente destruir el amor. Es el amor lo que transforma completamente nuestras vidas. Es el amor a nuestro Creador y a nuestros semejantes lo que da significado a nuestra vida. Los que desean ser personas conformes al corazón de Dios deben luchas a favor del más elevado concepto que es el amor. Dedicarse a hacer el bien y servir a los demás desinteresadamente es manifestar amor. Eso nos proporciona bienestar y armonía interior. El amor construye puentes, el desamor divide. San Agustín escribió: “No se debe amar a los enemigos porque sean hermanos, sino para que se transformen en hermanos”.
En todo el mundo las almas de los hombres se caracterizan por la insensibilidad y la indiferencia hacia las necesidades de sus semejantes. Cada uno busca su propio bien, sin importar la situación y las necesidades de las otras personas. A este respecto Abraham Lincoln pensó: “Me da lastima el hombre que no siente el látigo, cuando los latigazos los recibe en su espalda el prójimo”. Aunque vivimos en una era de información y comunicaciones masivas, los hombres se han endurecido con respecto al amor hacia los demás. Los hombres no aman a los demás porque han dejado a Dios de lado. Dios es amor. Y todo aquel que lo ama y ama a los demás, es de Dios. Sino tenemos que amor no somos nada. Jesús dijo que nos amemos unos a otros, incluso nos dijo que amemos a nuestros enemigos. Efesios 5:2 dice: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó…”
El ejemplo más significativo que pueden dar los cristianos es amarse entre ellos y amar a los demás. Si deseamos cooperar, ayudar, hacer el bien, es indispensable que practiquemos el amor de Dios. Si tenemos dinero y vemos que alguien está pasando necesidad, compartamos, hagamos el bien, mostremos amor. La pedagogía del amor nos conduce a descubrir bondad y cosas positivas en cada persona. El amor nos ayuda a vivir y convivir en armonía y unión con todas las personas, incluso con nuestros enemigos. Para las personas que se han decepcionado del amor no hay mejor terapia que seguir amando y buscando el bien. Jesús amó a sus enemigos y los perdonó a todos. Lo crucificaron, pero él nos mostró su amor. Primera de Juan 13: 16-19 dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por nuestros hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho, y en verdad. En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él”.
“Donde no hay amor, pongamos amor y sacaremos de allí amor”, dijo San Ignacio de Antioquia.

Julio C. Cháves.

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